La lluviosa tarde del 15 de
diciembre de 2012, vio salir de Sevilla una caravana de 24 andakanos que se
dirigían al “portal”, en este caso nuestro portal era El Bosque, en la sierra
de Grazalema. En un claro de ese bosque “Hotel Rural Enrique Calvillo”, nos
reunimos este año para la cena de Navidad, que este año dentro del encuentro
amistoso que a todos nos es entrañable, había un espacio especial: homenajear a
Justo por habernos guiado durante 13 años con calma maestría por los senderos más
hermosos de España, y a Encarnita por haber despertado en nosotros el interés
por distinguir entre la infinita masa de verdes la individualidad de cada árbol,
planta o flor.
Llevados por la conocida
maestría de Enrique para organizar eventos (y este fue idea suya) la fiesta fue
esplendida como los homenajeados merecían. Hubo entrega de un diploma, de un
paisaje serrano recogido en una bandeja de cerámica, de un disco de música,
entrañable para ellos, de los años 60, hubo discurso serio, discurso cómico, poesía,
brindis espontáneos auténticamente sentidos. La fiesta se fue cerrando con un
manojo de villancicos populares, cada vez mejor interpretados, gracias al buen
hacer y la generosidad de Juan Manuel. María y Paquita templaron con sus voces
la guitarra (esta estaba resfriada) y Joaquín nos transmitió el quejío del
alma, que se desprende de su “cante jondo”.
La pareja homenajeada
parecía abrumada, ya que el que da desinteresadamente año tras año, se
sorprende cuando de pronto se le cae encima esa avalancha de amistad que desata
tantas emociones.
Con el corazón contento nos
fuimos a la cama, aunque no todos a dormir. El domingo después de un esplendido
desayuno y dado que el tiempo lo permitía, la mayoría del grupo se fue con los
coches hacia el puerto de Las Palomas, de donde partía un sendero circular
entorno al cerro Coros. No se si algunos duendes se vinieron con nosotros, eso
nunca se sabe, lo cierto es que fue un sendero de los más hermosos que hemos
hecho, los duendes antes evocados, jugaban por las nubes dejando a veces pasar
un rayo de luz que iluminaba un pueblecito blanco, que pronto desaparecía,
otras veces aparecía un pico de la sierra o un prado verde muy vivo, otras
veces aparecía un lago y otras un castillo. En un recodo del camino, posada en unos
riscos, tuvimos la bonita sorpresa de un grupito de cabras monteses, que nos
miraron con ojos sorprendidos y tiernas antenas, fue un paseo cómodo, hermoso y
lleno de magia.
El grupo que se quedó en el
pueblo hicieron una ruta cultural que los llevó al molino de harina, en la
orilla del río, donde degustaron productos del lugar e hicieron sus compras.
Reunidos de nuevo entorno a
la mesa para el almuerzo con el que cerramos el encuentro, todos éramos felices
de haber podido una vez más estar reunidos en la amistad que nos une. Regreso a
Sevilla de nuevo con lluvia, en un momento del camino hubo una ráfaga de luz en
el horizonte, fue la señal de que aún queda “Paz para los hombres de buena
voluntad”
Firmado: Blanca
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