Los
edificios más emblemáticos de Sevilla se dibujaban sobre la luz dorada que el
sol aún joven había dejado en el horizonte, este sábado 9 de febrero cuando
diez andakanos nos pusimos en marcha hacia Montellano, allí buscamos un sitio
para desayunar y encontramos “La
Venta el Potaje”, pero además de potaje tienen otras cosas,
nos gustó tanto que decidimos volver para el almuerzo, después de hacer el
sendero previsto.
Nos
dirigimos por una pista entre pinos hacia el mirador del puerto del Acebuche,
desde allí contemplamos el bonito paisaje que se nos ofrecía, con el montículo
del Castillo de Cote en el centro, algunas canteras, y los campos de trigo
extendidos por las lomas de las colinas que continuaban con la presierra de San
Pablo y ya en el fondo perdidas en el horizonte las siluetas de la sierra de Cádiz,
desde allí nuestro becario Enrique, GPS en mano buscó el sendero para ascender
al castillo, no fue fácil encontrarlo ya que más que sendero era un camino de
cabras, casi cerrado por la maleza, pero salimos de allí aunque fuera con
algunos arañones en las manos, por fin llegamos al inicio del sendero hasta el
Castillo, este era otra cosa, bien trazado y cuidado nos llevó pronto a la cima
donde nos encontramos con una torre tetrabsidal, que tiene sus orígenes en el
califato, en el siglo X y tras la reconquista en el siglo XIII, se transforma
en una capilla gótica, se encuentra bastante bien conservada. Pertenece a una
franja de castillos defensivos de cuando en Granada reinaban los nazaríes.
El
viento nos impidió subir a la terraza con vistas de 360º. Regresamos por el
camino de la cantera que fue explotada en el siglo pasado y que ahora emplea
las instalaciones para otros fines, llegados de nuevo a la venta el potaje cada
uno pidió lo que mejor le sonaba, aunque algunos platos, como las tagarninas,
dejaban mucho que desear, la comida se alargó bastante así que dejamos los
brazos de gitano de Utrera para otra ocasión, y regresamos a Sevilla,
contentos, oxigenados y en paz.
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