miércoles, 19 de noviembre de 2014

Benaocaz, diente del diablo y fuentes del Chiquero y Ojito Nogal. 8-11-2014

Una mañana otoñal luminosa y fresca en Sevilla, 8 andakanos salimos hacia Benaocaz para hacer un sendero circular que alguien colgó en la red y que a Justo le pareció fácil y atractivo. Hasta El Bosque, dond paramos para desayunar fuimos envueltos en un mar de nubes bajas que nos impidió disfrutar del paisaje, pero una vez allí, el cielo quedó limpio y nos dejó ver ese paisaje silencioso y solemne de la sierra de Grazalema. La noche anterior había llovido mucho y la tierra rezumaba agua por todas partes. Empezamos a caminar por la derecha del pueblo y pronto nos encontramos con el “Diente del Diablo”, un desgajo de roca que se desprendió del macizo quedando sujeta en la base en forma de un colmillo gigante, de ahí su nombre, había también otras formaciones curiosas.
En la subida cómoda pero constante el pueblo se fue empequeñeciendo y el paisaje ampliándose con sus paredones grises donde los buitres tienen sus moradas, también fueron apareciendo siluetas de pueblos y brillos de pantanos en la lejanía, y ente las piedras grises pequeñas praderitas que con el sol brillaban como joyas las gotas de agua atrapadas en la hierba, ente piedras se fue perdiendo el camino, tampoco faltaron vallas que nos impedían el paso, buscamos una fuente que no encontramos.
Al saltar uno de los arroyos, Encarnita que tenía las suelas muy gastadas resbaló y se metió en el agua hasta la barriga, pero antes de ver si ella tenía algún daño se le oyó decir: ¡mi cámara… mi cámara!, así que los expertos auxiliaban a la cámara, mientras los demás nos ocupamos de Encarnita, por fortuna solo el remojón que le dejó el cuerpo destemplado para el resto del día.
Gracias al GPS no estábamos perdidos, pero teníamos un gran obstáculo, que nos llevó a tiempos pasados y nos hizo más sabrosa la aventura, una valla bastante alta y tensa sobre un murete de piedras nos cortó el paso, pero recordando que una valla se puede doblegar allá nos fuimos a buscar su punto débil, y con maestría los valientes andakanos la saltamos, una vez salvado el obstáculo fue la hora de reponer fuerzas y buscamos un sitio ideal donde cada cual encontró su piedra. El cielo se había ido llenando de nubes grises cada vez más densas, así que sin pararnos mucho comenzamos el descenso que también tuvo sus dificultades, hasta encontrar por fin un senderito bien despejado que nos llevó al pueblo donde pudimos calentarnos con un café. Uno de los coches se fue para El Bosque, donde Enrique tenía que hacer gestiones de casas rurales para la Navidad, los demás nos volvimos para Sevilla cuando la luz de la tarde cubría las colinas de un dorado especial. El día terminaba cuando llegábamos a Sevilla contentos de haber disfrutado de una sabrosa aventura por una naturaleza siempre sorprendente en su belleza.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor

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