El sábado 12 de
diciembre, los Andakanos empezamos ilusionados la celebración de la
Navidad de este año 2015. La cita se fijó a las nueve de la mañana en la
gasolinera de siempre y el grupo quedó formado por dieciséis senderistas a las
que se unirían Juan y Paquita en el merendero de El Talenque.
Ya en el primer saludo
echamos de menos a los que faltaban, las "niñas" Mercedes y Blanca,
que éste año tenían un viaje a Madrid para ver el Rey León y Loli y
Miguel que no se encontraban bien, en cambio nos acompañaban Isabel y Palmira que
por primera vez celebrarían la Navidad con el grupo
La mañana se presentaba
nubosa y fría cuando llegamos al Talenque, pero, con la ilusión de siempre,
comenzamos a andar. La ruta era circular pasando por el pueblo de Valdelarco,
donde nos encontraríamos con María y Enrique que caminarían siempre al lado de
la ribera.
Transcurrida la tercera
parte del recorrido por caminos habituales, comprobamos que la ruta empezaba a
adentrarse por una barranquera plagada de arbustos, un camino de esos que como
decía Machado se hacen al andar. La dificultad era clara, pero el entusiasmo
también y nos comportamos como unos jabatos subiendo y bajando colinas,
conducidos por Justo que iba descubriendo la mejor zona para caminar. Toda una
pequeña aventura, en la que echamos de menos los machetes para dominar las ramas rebeldes y en la que los menos iniciados fueron ayudados por los veteranos. Cuando encontramos la subida a la carretera que
teníamos que cruzar hasta llegar a Valdelarco que ya se veía a tiro de piedra,
se oyeron suspiros de alivio y animados comentarios. Culminada la subida a la
carretera y ya en terreno firme y seguro hicimos una pequeña parada para
reponernos, bebiendo agua y tomando frutos secos y sobretodo comentando la
aventura. Continuamos el camino, atravesamos el pueblo y nos encontramos con María y Enrique y decidimos seguir ruta,
renunciando, no sin esfuerzo, a una cervecita en un aparente bar en la plaza.
El nuevo camino
transcurría entre bromas de José Francisco a las nuevas de aparición de feroces cocodrilos o de agentes del
Semprona para encarcelarlas ya que las
novatas habían aprovechado bien el camino para recolectar a hojas, ramas llenas
de líquenes y piñas para el Belén.
Las
luces y colores del otoño nos inundaban desde arriba y los distintos árboles
que nos rodeaban constituían verdaderos monumentos naturales, como los llamó
Encarnita, que no podíamos dejar de admirar y que nos llenaban de energía. Las
hojas ya caídas de los árboles, formaban una mullida alfombra al paso de
nuestros pies, y el arrullo del riachuelo nos acompañaba animándonos, o
poniendo dificultades con la salida de sus aguas, formando alguna que otra
laguna que teníamos que sortear. Los más avezados estaban pendientes de las
dificultades que podían tener las que iban más lentas en la marcha.
Llegados al merendero,
nos agrupamos para comer los bocadillos que llevábamos y alguien, muy
detallista, sacó un mantel amarillo que
le dio a la comida un ambiente más glamuroso. Repusimos fuerzas contentos y
animados. Un grupo de hermosos cerdos matanceros se paseaba en libertad
cerca de nosotros sin ningún rubor, haciendo acopio de la comida que le ofrecía
el campo.
Una vez terminado el
almuerzo y la tertulia, con ofrecimiento de chocolatillo y nueces, nos
dirigimos al hotelito de Valdezufre. Lo encontramos cálido y acogedor. Unos
pasaron a tomar café y charlar, y otros aprovecharon para descansar un poco y
reponer fuerzas. En ese instante empezó a llover, ¡menos mal que estábamos a
buen recaudo! Nos arreglamos un poquito y bajamos a cenar.
La mesa, espléndida, invitaba
a vivir la noche. La comida excelente, sazonada con buenos caldos,
conversaciones y bromas, a buen ritmo, sin prisas. Una vez saciados José
Francisco comienza a preparar una estupenda queimada de su tierra y Juan Manuel
prepara “los trastos” para los cantos de los villancicos. Se reparten los
papeles con las letras de los villancicos y del conjuro mágico de la queimada para ponernos en situación, y ¡que
sorpresa!, cuando José Francisco
estaba removiendo la queimada al ritmo
del conjuro, con las llamas danzando entre la orza y la cuchara, de pronto, cruza
por las ventanas y aparece en el quicio de la puerta entreabierta la silueta de
un fantasma ambientando la situación. Una vez repuestos del susto continuamos
brindando, riendo y cantando hasta terminar el repertorio. Nos sorprende
la madrugada, y, no sin pesar, nos retiramos a las habitaciones para poder
seguir con marcha el domingo.
Al día
siguiente la lluvia y la niebla no nos dejan hacer otra ruta y a la vez dan
lugar a un paisaje sorprendente, lleno de misterio. Después del desayuno
decidimos ir a pasear por Aracena, ver el centro y aprovechar para hacer alguna
comprilla de los buenos productos del terreno, incluidos la repostería. A
mediodía nos dirigimos al pueblo de Linares de la Sierra donde comeremos. El
lugar elegido es muy acogedor y la comida serrana, estupenda.
Después de comer
paseamos por el pueblo, visitamos su iglesia, los lavaderos y ya nos dirigimos
a los coches para no volver muy tarde, pues la niebla no ha levantado en todo
el día.
La despedida muy sentida
y pensando ya en el próximo encuentro, deseándonos felices Navidades y Año
Nuevo.
En ausencia de la
Andakana Mayor, que echamos mucho de menos, Palmira e Isabel.
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