En la luminosa mañana del nueve de abril de 2016, cuando en
Sevilla ya llovió el azahar y en el ambiente suena el repiquetear de las
castañuelas, 6 andakanos nos vamos contentos al encuentro de la sierra de
Grazalema. Después de desayunar en El Bosque nos fuimos hacia Benaocaz donde
dejamos los coches, allí comenzamos el pedregoso camino que nos llevaría al mítico
Salto del Cabrero, antes de emprender la subida el arroyo Pajaruco nos regaló
la música del agua saltando y deslizándose sobre las piedras, dejando algunas
pozas transparentes que invitaban al baño, poco a poco llegamos a la explanada
que los piornales vestían de amarillo y alguna que otra vaca con sus terneritos
al lado, nos enseñaban sus cornamentas.
Bajamos al primer mirador donde la roca nos muestra la
herida que recibió hace millones de años y que nos atrae por su profunda
belleza, a lo lejos los verdes valles y los azules infinitos que se perdían en
un cielo sereno.
Regresamos a la llanura para emprender el camino hacia el mirador
del este, cuando alguien mirando el trasero de una vaca dijo “¿porqué no
dejamos el mirador para otra ocasión y nos vamos a comer un chuletón de
retinto?” ante tal propuesta hubo unanimidad y comenzamos la bajada. En Benaocaz
no nos dieron cabida en su comedor, así que nos fuimos a Ubrique donde
encontramos comida, museo y plaza de toros por el mismo precio, comimos con
vistas al pueblo encajado entre paredes rocosas que más que pueblo parecía un
glaciar por su blancura.
Mimados y bien servidos compartimos la buena comida,
visitamos el pequeño museo de Jesulín y nos asomamos a la plaza con bonitas
vistas del pueblo. Antes de volver hacia Sevilla, visitamos una vez más las
salinas romanas de Iptuci, para que María y alguno más la conocieran.
Otra vez más la vida nos regaló un hermoso día que disfrutamos
consolidando la amistad que nos une, en un marco incomparable.
¡¡Hasta la próxima!!
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor
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