Con cielo gris y brumoso 7 andakanos dejamos Sevilla
conducidos por nuestro segundo guía que supo buscar para ese día un camino
nuevo y muy interesante, ya que Justo y Encarnita andaban descubriendo sierras,
senderos y pueblos por los rincones de España, como siempre que vamos hacia
Aracena desayunamos en “El Juanito”, pero esta vez dejamos allí los coches y
partimos a pie por una ruta circular que nos llevaría al “Castillo de las
Guardas” por el sendero de “Las Cañadillas”. En los arrabales de la “Venta de
la Plata” había corrales con gallinas variopintas que buscaban aquí y allá algún
gusanillo para el desayuno, mientras el rey del corral lucía cresta y cola con
arrogancia, había otros corrales con cabras y corderos con sus crías entre las
patas, y más adelante encontramos cerdos y vacas en las dehesas, y perros
ladradores…
Y por fin se impuso el silencio del campo roto sólo por el
canto de algún pajarillo y el murmullo de un cauce de agua, pronto nos
encontramos con el río Guadiamar que en un punto tuvimos que atravesar saltando
por unos pilotes colocados al efecto, y los saltamos, como no. Seguimos por un
sendero estrechito atravesando bosquecillos con romero en flor, aulagas,
retamas y palmitos, las margaritas esperan en sus botones el abrazo del sol
para derramar su blancura por los prados.
Entre las colinas quietas y brumosas que teníamos al frente
se dibujó la silueta del Castillo de las Guardas y cerca de nosotros los
cipreses del cementerio desde donde la ruta giraba para volver, pero ese camino
de vuelta era más largo, y nuestro guía pensó que era mejor dejarlo para otra
ocasión y regresar por el mismo camino para llegar con tiempo a la comida, así
lo hicimos con la sorpresa de que nuestra Loli que había pasado el río sin
demasiados aspavientos esta vez se nos “apanicó” y quedó paralizada encima de uno de los
postes, con carita de muerta, por fin Enrique la animó y se lanzó a sus brazos
con valentía.
En el Juanito comimos cada uno a su gusto, pero en
abundancia así que Enrique propuso un paseito corto para bajar la comida, nos
fuimos otra vez hacia el río que en su quietud servía de espejo al paisaje,
aprovechamos el encanto para hacer algunas fotos y regresamos a los coches para
volver a casa.
Damos las gracias y felicitaciones a Enrique por habernos
ofrecido una ruta original, cómoda, cercana y preciosa.
Hasta pronto.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor.
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