domingo, 12 de marzo de 2017

Venta de la Plata al Castillo de las Guardas por las Cañadillas. 25-2-2017

Con cielo gris y brumoso 7 andakanos dejamos Sevilla conducidos por nuestro segundo guía que supo buscar para ese día un camino nuevo y muy interesante, ya que Justo y Encarnita andaban descubriendo sierras, senderos y pueblos por los rincones de España, como siempre que vamos hacia Aracena desayunamos en “El Juanito”, pero esta vez dejamos allí los coches y partimos a pie por una ruta circular que nos llevaría al “Castillo de las Guardas” por el sendero de “Las Cañadillas”. En los arrabales de la “Venta de la Plata” había corrales con gallinas variopintas que buscaban aquí y allá algún gusanillo para el desayuno, mientras el rey del corral lucía cresta y cola con arrogancia, había otros corrales con cabras y corderos con sus crías entre las patas, y más adelante encontramos cerdos y vacas en las dehesas, y perros ladradores…
Y por fin se impuso el silencio del campo roto sólo por el canto de algún pajarillo y el murmullo de un cauce de agua, pronto nos encontramos con el río Guadiamar que en un punto tuvimos que atravesar saltando por unos pilotes colocados al efecto, y los saltamos, como no. Seguimos por un sendero estrechito atravesando bosquecillos con romero en flor, aulagas, retamas y palmitos, las margaritas esperan en sus botones el abrazo del sol para derramar su blancura por los prados.
Entre las colinas quietas y brumosas que teníamos al frente se dibujó la silueta del Castillo de las Guardas y cerca de nosotros los cipreses del cementerio desde donde la ruta giraba para volver, pero ese camino de vuelta era más largo, y nuestro guía pensó que era mejor dejarlo para otra ocasión y regresar por el mismo camino para llegar con tiempo a la comida, así lo hicimos con la sorpresa de que nuestra Loli que había pasado el río sin demasiados aspavientos esta vez se nos “apanicó”  y quedó paralizada encima de uno de los postes, con carita de muerta, por fin Enrique la animó y se lanzó a sus brazos con valentía.
En el Juanito comimos cada uno a su gusto, pero en abundancia así que Enrique propuso un paseito corto para bajar la comida, nos fuimos otra vez hacia el río que en su quietud servía de espejo al paisaje, aprovechamos el encanto para hacer algunas fotos y regresamos a los coches para volver a casa.
Damos las gracias y felicitaciones a Enrique por habernos ofrecido una ruta original, cómoda, cercana y preciosa.
Hasta pronto.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor.  

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