Una
mañana otoñal luminosa y fresca en Sevilla, 8 andakanos salimos hacia Benaocaz
para hacer un sendero circular que alguien colgó en la red y que a Justo le pareció
fácil y atractivo. Hasta El Bosque, dond paramos para desayunar fuimos
envueltos en un mar de nubes bajas que nos impidió disfrutar del paisaje, pero
una vez allí, el cielo quedó limpio y nos dejó ver ese paisaje silencioso y
solemne de la sierra de Grazalema. La noche anterior había llovido mucho y la
tierra rezumaba agua por todas partes. Empezamos a caminar por la derecha del
pueblo y pronto nos encontramos con el “Diente del Diablo”, un desgajo de roca
que se desprendió del macizo quedando sujeta en la base en forma de un colmillo
gigante, de ahí su nombre, había también otras formaciones curiosas.
En
la subida cómoda pero constante el pueblo se fue empequeñeciendo y el paisaje ampliándose
con sus paredones grises donde los buitres tienen sus moradas, también fueron
apareciendo siluetas de pueblos y brillos de pantanos en la lejanía, y ente las
piedras grises pequeñas praderitas que con el sol brillaban como joyas las
gotas de agua atrapadas en la hierba, ente piedras se fue perdiendo el camino,
tampoco faltaron vallas que nos impedían el paso, buscamos una fuente que no
encontramos.
Al
saltar uno de los arroyos, Encarnita que tenía las suelas muy gastadas resbaló
y se metió en el agua hasta la barriga, pero antes de ver si ella tenía algún
daño se le oyó decir: ¡mi cámara… mi cámara!, así que los expertos auxiliaban a
la cámara, mientras los demás nos ocupamos de Encarnita, por fortuna solo el
remojón que le dejó el cuerpo destemplado para el resto del día.
Gracias
al GPS no estábamos perdidos, pero teníamos un gran obstáculo, que nos llevó a
tiempos pasados y nos hizo más sabrosa la aventura, una valla bastante alta y
tensa sobre un murete de piedras nos cortó el paso, pero recordando que una
valla se puede doblegar allá nos fuimos a buscar su punto débil, y con maestría
los valientes andakanos la saltamos, una vez salvado el obstáculo fue la hora
de reponer fuerzas y buscamos un sitio ideal donde cada cual encontró su
piedra. El cielo se había ido llenando de nubes grises cada vez más densas, así
que sin pararnos mucho comenzamos el descenso que también tuvo sus
dificultades, hasta encontrar por fin un senderito bien despejado que nos llevó
al pueblo donde pudimos calentarnos con un café. Uno de los coches se fue para
El Bosque, donde Enrique tenía que hacer gestiones de casas rurales para la
Navidad, los demás nos volvimos para Sevilla cuando la luz de la tarde cubría
las colinas de un dorado especial. El día terminaba cuando llegábamos a Sevilla
contentos de haber disfrutado de una sabrosa aventura por una naturaleza
siempre sorprendente en su belleza.
Fdo.:
Blanca
Andakana
Mayor
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