Las jacarandas han tapizado, una vez más, de azul-violeta las avenidas de Sevilla. La vacunación anti covid19 progresa adecuadamente. Las fronteras entre provincias se han abierto y los andakanos salimos una vez más a recibir belleza y energía, esta vez a la sierra de Aracena.
Salimos 15 desde la universidad
hacia Linares de la Sierra, ese pueblo alfombrado de piedrecitas, con su singular
plaza de toros, sus calles empinadas y su graciosa torre apuntando al cielo,
allí nos esperaban Juana y Alberto que se unieron al grupo. Emprendimos el Camino
de las Umbrías, nos sorprendió un paisaje nevado sobre un puentecillo de
piedra, las fotos dan prueba de ello, comenzamos ascendiendo suavemente entre
miles de flores, a las ya nombradas en reseñas anteriores se unieron las orquídeas
mediterráneas y las dedaleras, esas chorreras de dedales que podrían ser también
un campanario vertical.
De la ruta ancha y pedregosa del inicio pasamos a un sendero estrecho en
medio de un bosque de castaños y alcornoques con sus enormes troncos heridos
por el descorche, pero siempre hermosos, un descenso pronunciado del que también
dan prueba las fotos, nos llevó al valle escondido, por donde corría un
arroyuelo entre enormes piedras grises y abundante vegetación, donde los genios
del bosque tienen su escondite, al subir de nuevo encontramos arbustos de jara
pringosa tan altos como árboles con sus hermosas flores de ojos negros, por los
claros del bosque se divisaban las siluetas azuladas de la sierra y como y como
un barco anclado en un océano de verdor el pueblo blanco de Linares. Buscamos
una umbría para comer, no fue fácil encontrarla, a pesar del nombre del
sendero, por fin bajo unos alcornoques encontramos refugio para descanso y
picnic, por cierto, no se estaba mal allí.
Nuestro Andakano Guía y su
compañero Cultural hicieron propuestas para un posible “fin de curso”. Proyecto
que hay que madurar rápidamente, pues el tiempo apremia.
En la plaza de toros del pueblo
nos sentamos a tomar un refrigerio y descansar, pues llegamos bastante agotados
por el calor, allí pasamos un agradable rato y nos despedimos. Un cielo nuboso
y un horizonte delatado al infinito nos acompañó, nuestra pequeña mota de polvo
podía perderse en la inmensidad de lo absoluto.
Feliz quincena y hasta pronto.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor
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