En el estadio de la Cartuja se
está celebrando la liga vacuna contra el cobid 19, mientras los sevillanos más
feriantes celebran su feria no feria de abril con forzado entusiasmo, y los
amantes de la naturaleza nos vamos a alimentar el espíritu con el esplendor
floral de este mes de abril.
Salimos por la nacional que
atraviesa los pueblos ribereños del Guadalquivir con sus huertos de naranjales
y sus avenidas de palmeras hasta llegar al último pueblo de la Sierra Norte,
Guadalcanal, allí dejamos los coches y emprendimos un camino ascendente hacia
la cumbre de la Capitana.
A las múltiples flores,
florecillas, arbustos y arboles en flor se han unido esta vez las amapolas con
su tallo cimbreante, sus ojos negros y su color de sangre, y también algunas plantas
de peonias con su belleza efímera y su color de pasión.
Hacia viento, lo que hacia
pasearse a las nubes grises que dejaban claros de azul y a veces sol. Cuando
llegamos a la cumbre encontramos el punto geodésico que tenéis en las fotos, también
había allí una cabaña circular hecha de piedra sin masa de unión al estilo
romano que servía de abrigo a los pastores y que se llamaban torrucas, pero lo
más impresionante del mirador eran las vistas a un lado teníamos las
ondulaciones de la Sierra Norte con infinitos matices de grises y azules, y por
el otro las planicies extremeñas con sus campos de cultivo y sus vidas ocultas.
Bajamos un poco para resguardarnos del viento que allí confluye desde varios
puntos lo que le dio el nombre de Sierra de los Vientos. Comimos, pero sin
siesta ya que el agua parecía acercarse.
Ya en el pueblo hicimos visita guiada por
nuestro Andakano cultural Enrique G, entramos en la parroquia donde se
encontraba Nuestra Señora de Guaditoca, hermosísima en su altar de reina, muy adornada
con luces y flores pues era el día que tocaba en tiempos normales el bajarla en
romería desde su santuario en la sierra. Un hermano cofrade que allí se
encontraba nos explicó la historia de la Virgen y de su iglesia y Santuario, e
hizo resaltar las imágenes procesionales de grandes escultores del pasado y la
pila bautismal del siglo XIV. Nosotros recuperamos la vieja costumbre de cantar
la salve.
Enrique nos contó como un
lugareño del siglo XVI dio el nombre de Guadalcanal a una isla perdida del Pacifico
y otro recibió del rey Don Juan Carlos I el marquesado de Guadalcanal, hechos
todos muy interesantes.
Tomamos café en la plaza del
pueblo y allí nos despedimos cargados de la energía y la paz que se desprende
de una naturaleza prodigiosa con los que podemos alimentar nuestras almas.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor
No hay comentarios:
Publicar un comentario