Pocos pero bien avenidos, así nos fuimos 8 andakanos el 24 de octubre hacia la sierra de Aracena, que por mucho que vayamos siempre encontramos algo nuevo y siempre es hermosa.
Otros también salieron en esa dirección para disfrutar de un hermoso día de otono, por eso cuando llegamos a Arroyo de la Plata para el desayuno tuvimos que armarnos de paciencia, pues al tener “Juanito” cerrado su bar, la gente se acumuló en “El Emilio” que tiene peor pan y peor aún el servicio, pero por fin logramos desayunar y seguir camino.
Nuestra meta era Cortegana y una vez dejados los coches nos fuimos a buscar la “Fuente del Chanza” que se encuentra en la parte baja del pueblo, y foto de salida como de costumbre. Justo había marcado en el “gipi ese” que va con él, un sendero circular que para su inicio nos mandó de nuevo a los coches y luego de nuevo a la fuente, así nos paseamos arriba y abajo por el pueblo solitario. Por fin encontró Justo el sendero Andrinos-Huron que discurre por entre alcornocales, encinas y huertas, sombreado y sin desniveles en una palabra muy cómodo. En un punto, un arroyuelo nos cortó el paso, y no es que fueran difícil de cruzar es que al otro lado no seguía el camino. Un vecino que estaba recolectando en su huerto nos dio permiso para atravesar su finca y además nos invitó a coger membrillos, por timidez y por no cargar con peso cogimos muy pocos que luego se los daríamos a Miguel para que nos hiciera dulce para el próximo sendero.
Como todas las fincas estaban valladas, nos sentamos a comer en una ladera al lado de la pista, a la sombra de un magnífico alcornoque con el tronco ruborizado por su reciente desnudez. Regresamos pronto al pueblo que estaba tan solitario como en la mañana, así que decidimos marchar a Aracena para el café, y pronto nos encontramos en la cola de los pasteles que aunque no fueran de Rufino no le tenían nada que envidiar.
Para el café nos atendió una señora toda amabilidad y encanto. Si todos fuéramos así sería más grata la convivencia, y se lo hicimos saber.
Regresando a Sevilla nos acompañó uno de esos cielos que el sol dibuja con los más hermosos colores, completamos así ese día de otoño en el que compartimos conversaciones, paisajes y amistad con paz y con la esperanza de nuevos encuentros.
Otros también salieron en esa dirección para disfrutar de un hermoso día de otono, por eso cuando llegamos a Arroyo de la Plata para el desayuno tuvimos que armarnos de paciencia, pues al tener “Juanito” cerrado su bar, la gente se acumuló en “El Emilio” que tiene peor pan y peor aún el servicio, pero por fin logramos desayunar y seguir camino.
Nuestra meta era Cortegana y una vez dejados los coches nos fuimos a buscar la “Fuente del Chanza” que se encuentra en la parte baja del pueblo, y foto de salida como de costumbre. Justo había marcado en el “gipi ese” que va con él, un sendero circular que para su inicio nos mandó de nuevo a los coches y luego de nuevo a la fuente, así nos paseamos arriba y abajo por el pueblo solitario. Por fin encontró Justo el sendero Andrinos-Huron que discurre por entre alcornocales, encinas y huertas, sombreado y sin desniveles en una palabra muy cómodo. En un punto, un arroyuelo nos cortó el paso, y no es que fueran difícil de cruzar es que al otro lado no seguía el camino. Un vecino que estaba recolectando en su huerto nos dio permiso para atravesar su finca y además nos invitó a coger membrillos, por timidez y por no cargar con peso cogimos muy pocos que luego se los daríamos a Miguel para que nos hiciera dulce para el próximo sendero.
Como todas las fincas estaban valladas, nos sentamos a comer en una ladera al lado de la pista, a la sombra de un magnífico alcornoque con el tronco ruborizado por su reciente desnudez. Regresamos pronto al pueblo que estaba tan solitario como en la mañana, así que decidimos marchar a Aracena para el café, y pronto nos encontramos en la cola de los pasteles que aunque no fueran de Rufino no le tenían nada que envidiar.
Para el café nos atendió una señora toda amabilidad y encanto. Si todos fuéramos así sería más grata la convivencia, y se lo hicimos saber.
Regresando a Sevilla nos acompañó uno de esos cielos que el sol dibuja con los más hermosos colores, completamos así ese día de otoño en el que compartimos conversaciones, paisajes y amistad con paz y con la esperanza de nuevos encuentros.
Fdo.: Blanca