Las primeras luces rosadas de un día que sería hermoso,
reunió a una docena de andakanos que con espíritu alegre se puso en ruta camino
de Alájar. Sentimos que nuestros andakanos guías no nos acompañaran, pero como
la causa era positiva, lo sentimos menos.
La carretera que va de Aracena a Alájar por abajo, es una de
las más bonitas de la sierra y especialmente bañada por un cálido sol que hacía
resaltar las sombras y las ramas retorcidas de alcornoques y encinas.
Cuando bajamos de los coches al pie de la peña de Arias
Montano sentimos un aire fresquillo que nos sorprendió, pero nos tapamos bien y
adelante, pronto el calorcito del sol nos desentumeció y pudimos contemplar los
verdes cargados de esperanza que las pasadas lluvias han hecho brotar.
El agua corría limpia por los arroyos camino del mar, no
faltaron por el camino los ramos de brezos floridos y las flores amarillas de
las aulagas ni tampoco las humildes violetas y esas sencillas flores lilas de
cuatro pétalos agarradas a las piedras. Decía Buda “si supiéramos ver
claramente el milagro de una flor cambiaría toda nuestra vida”.
Los senderistas tenemos la suerte de contemplar estas flores
por los caminos y ojala algún día podamos comprender ese milagro.
Enrique como siempre tan efectivo buscó un rinconcito con
chimenea para tomar nuestros bocadillos al abrigo del viento, eso fue en Santa
Ana la Real, donde la fuente de 3 caños nos dio la bienvenida. Después de
reponer fuerzas regresamos a Alájar, la mayoría subió a la peña para asomarse a
ese emblemático balcón de la sierra con hermosas vistas del pueblo y las
ondulaciones verdes que se pierden en el infinito.
Gracias a la vida y a todos y cada uno por seguir
alimentando el espíritu de un grupo múltiple y entrañable donde cada uno
encuentra su sitio Que Dios nos dé, a todos, salud para seguir caminando.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor