lunes, 25 de enero de 2016

Alájar a Santa Ana la Real. 16 de enero de 2016

Las primeras luces rosadas de un día que sería hermoso, reunió a una docena de andakanos que con espíritu alegre se puso en ruta camino de Alájar. Sentimos que nuestros andakanos guías no nos acompañaran, pero como la causa era positiva, lo sentimos menos.
La carretera que va de Aracena a Alájar por abajo, es una de las más bonitas de la sierra y especialmente bañada por un cálido sol que hacía resaltar las sombras y las ramas retorcidas de alcornoques y encinas.
Cuando bajamos de los coches al pie de la peña de Arias Montano sentimos un aire fresquillo que nos sorprendió, pero nos tapamos bien y adelante, pronto el calorcito del sol nos desentumeció y pudimos contemplar los verdes cargados de esperanza que las pasadas lluvias han hecho brotar.
El agua corría limpia por los arroyos camino del mar, no faltaron por el camino los ramos de brezos floridos y las flores amarillas de las aulagas ni tampoco las humildes violetas y esas sencillas flores lilas de cuatro pétalos agarradas a las piedras. Decía Buda “si supiéramos ver claramente el milagro de una flor cambiaría toda nuestra vida”.
Los senderistas tenemos la suerte de contemplar estas flores por los caminos y ojala algún día podamos comprender ese milagro.
Enrique como siempre tan efectivo buscó un rinconcito con chimenea para tomar nuestros bocadillos al abrigo del viento, eso fue en Santa Ana la Real, donde la fuente de 3 caños nos dio la bienvenida. Después de reponer fuerzas regresamos a Alájar, la mayoría subió a la peña para asomarse a ese emblemático balcón de la sierra con hermosas vistas del pueblo y las ondulaciones verdes que se pierden en el infinito.
Gracias a la vida y a todos y cada uno por seguir alimentando el espíritu de un grupo múltiple y entrañable donde cada uno encuentra su sitio Que Dios nos dé, a todos, salud para seguir caminando.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor


Navidad senderista, 12 y 13 de diciembre de 2015

El sábado 12 de diciembre,  los Andakanos empezamos ilusionados la celebración de la Navidad de este año 2015. La cita se fijó a las nueve de la mañana en la gasolinera de siempre y el grupo quedó formado por dieciséis senderistas a las que se unirían Juan y Paquita en el merendero de El Talenque.
    Ya en el primer saludo echamos de menos a los que faltaban, las "niñas" Mercedes y Blanca, que éste año tenían un viaje a Madrid para ver el Rey León y  Loli y Miguel que no se encontraban bien, en cambio nos acompañaban Isabel y Palmira que por primera vez celebrarían la Navidad con el grupo
    La mañana se presentaba nubosa y fría cuando llegamos al Talenque, pero, con la ilusión de siempre, comenzamos a andar. La ruta era circular pasando por el pueblo de Valdelarco, donde nos encontraríamos con María y Enrique que caminarían siempre al lado de la ribera.
    Transcurrida la tercera parte del recorrido por caminos habituales, comprobamos que la ruta empezaba a adentrarse por una barranquera plagada de arbustos, un camino de esos que como decía Machado se hacen al andar. La dificultad era clara, pero el entusiasmo también y nos comportamos como unos jabatos subiendo y bajando colinas, conducidos por Justo que iba descubriendo la mejor zona para caminar. Toda una pequeña aventura, en la que echamos de menos los machetes para  dominar las ramas rebeldes  y en la que los menos iniciados fueron  ayudados por los veteranos. Cuando  encontramos la subida a la carretera que teníamos que cruzar hasta llegar a Valdelarco que ya se veía a tiro de piedra, se oyeron suspiros de alivio y animados comentarios. Culminada la subida a la carretera y ya en terreno firme y seguro hicimos una pequeña parada para reponernos, bebiendo agua y tomando frutos secos y sobretodo comentando la aventura. Continuamos el camino, atravesamos el pueblo y nos encontramos  con María y Enrique y decidimos seguir ruta, renunciando, no sin esfuerzo, a una cervecita en un aparente bar en la plaza.
    El nuevo camino transcurría entre bromas de José Francisco a las nuevas de aparición  de feroces cocodrilos o de agentes del Semprona para encarcelarlas ya que  las novatas habían aprovechado bien el camino para recolectar a hojas, ramas llenas de líquenes y piñas para el Belén.

  Las luces y colores del otoño nos inundaban desde arriba y los distintos árboles que nos rodeaban constituían verdaderos monumentos naturales, como los llamó Encarnita, que no podíamos dejar de admirar y que nos llenaban de energía. Las hojas ya caídas de los árboles, formaban una mullida alfombra al paso de nuestros pies, y el arrullo del riachuelo nos acompañaba animándonos, o poniendo dificultades con la salida de sus aguas, formando alguna que otra laguna que teníamos que sortear. Los más avezados estaban pendientes de las dificultades que podían tener las que iban más lentas en la marcha.
    Llegados al merendero, nos agrupamos para comer los bocadillos que llevábamos y alguien, muy detallista, sacó  un mantel amarillo que le dio a la comida un ambiente más glamuroso. Repusimos fuerzas contentos y animados.  Un grupo de hermosos cerdos matanceros se paseaba en libertad cerca de nosotros sin ningún rubor, haciendo acopio de la comida que le ofrecía el campo.
    Una vez terminado el almuerzo y la tertulia, con ofrecimiento de chocolatillo y nueces, nos dirigimos al hotelito de Valdezufre. Lo encontramos cálido y acogedor. Unos pasaron a tomar café y charlar, y otros aprovecharon para descansar un poco y reponer fuerzas. En ese instante empezó a llover, ¡menos mal que estábamos a buen recaudo! Nos arreglamos un poquito y bajamos a cenar.
    La mesa, espléndida, invitaba a vivir la noche. La comida excelente, sazonada con buenos caldos, conversaciones y bromas, a buen ritmo, sin prisas. Una vez saciados José Francisco comienza a preparar una estupenda queimada de su tierra y Juan Manuel prepara “los trastos” para los cantos de los villancicos. Se reparten los papeles con las letras de los villancicos y del conjuro mágico  de la queimada para ponernos en situación, y ¡que sorpresa!, cuando  José Francisco estaba  removiendo la queimada al ritmo del conjuro, con las llamas danzando entre la orza y la cuchara, de pronto, cruza por las ventanas y aparece en el quicio de la puerta entreabierta la silueta de un fantasma ambientando la situación. Una vez repuestos del susto continuamos brindando,  riendo y cantando hasta terminar el repertorio. Nos sorprende la madrugada, y, no sin pesar, nos retiramos a las habitaciones para poder seguir con marcha el domingo.
    Al día siguiente la lluvia y la niebla no nos dejan hacer otra ruta y a la vez dan lugar a un paisaje sorprendente, lleno de misterio. Después del desayuno decidimos ir a pasear por Aracena, ver el centro y aprovechar para hacer alguna comprilla de los buenos productos del terreno, incluidos la repostería.  A mediodía nos dirigimos al pueblo de Linares de la Sierra donde comeremos. El lugar elegido es muy acogedor y la comida serrana, estupenda.
    Después de comer paseamos por el pueblo, visitamos su iglesia, los lavaderos y ya nos dirigimos a los coches para no volver muy tarde, pues la niebla no ha levantado en todo el día.
    La despedida muy sentida y pensando ya en el próximo encuentro, deseándonos felices Navidades y Año Nuevo.


    En ausencia de la Andakana Mayor, que echamos mucho de menos, Palmira e Isabel.