Este año hemos escogido entre los rincones
mágicos de España, el macizo de Sierra Nevada, donde se encuentran hasta 20
picos de más de 3000
metros , con la intención de culminar al menos uno de
ellos, y pasar luego a la otra vertiente con sus pueblecitos alpujarreños de
paredes blancas adornados de flores frescas, sus techos planos y sus típicas
chimeneas anhelando el cielo.
El sábado nueve de junio salimos contentos,
de Sevilla, los 13 que formábamos el grupo, dirección Granada, nuestra meta era
el albergue juvenil de Pradollano, situado en lo más alto de la urbanización,
con hermosas vistas sobre las montañas peladas y abruptas con algún jirón del
blanco manto invernal. Después de instalarnos, bajamos a dar un paseo buscando
algunas provisiones que encontramos de puro milagro en un pueblo solitario y
desangelado. La cena fue agradable en un comedor lleno de luz donde estábamos
solos. Cerramos el día contemplando la puesta de sol que había dejado una
estela de rojo ardiente en el horizonte.
Domingo, día diez. Subida al Veleta 3390 mts.
Llegamos con los coches hasta el centro de
interpretación de alta montaña donde un microbus del parque nos subió hasta las
“Posiciones del Veleta”, a unos 3000 metros , donde empezamos la marcha a pie
por una pista cómoda contemplando como se dilataba el paisaje según íbamos
subiendo, el entorno era abrupto, alegrado por el blanco de los neveros
refrescaban el aire, llegamos a la cumbre sin demasiado esfuerzo, allí el cielo
parecía a nuestro alcance y en lontananza podía intuirse el mar y las costas de
África, también teníamos cercanos los picos del Mulhacen, la Alcazaba , el Juego de
Bolos, por nombrar algunos.
Después de disfrutar del aire puro y la
luminosidad de las alturas bajamos al encuentro del microbus, que nos dejó en
una oportuna terraza donde había cerveza y otras cosas más, así que guardamos
nuestras provisiones y nos sentamos a disfrutar del paisaje y de una comida
serrana. Tras los postres, casi todos subimos a visitar la Virgen de las Nieves con su
capilla abierta a la montaña y su manto plateado. Por la noche jugaba Nadal el
“Rolan Garrault” que fue suspendido por lluvias, al mismo tiempo España jugaba
con Italia la copa de Europa que quedó en empate a uno. Mientras los hombres
preparaban la siguiente ruta las mujeres despedimos el día en agradable
tertulia.
El lunes, día once, nos despedimos del
luminoso albergue y bajamos hasta el pueblo de Monachil donde dejamos los
coches y emprendimos la ruta de su río, a la salida del pueblo encontramos
frondosas huertas, luego nos acompañaron árboles de ribera y el sonido del río
que cruzamos varias veces por unos puentes colgantes semejantes a los de las películas
de “Indiana Jhon”, al llegar a “Los Cahorros” que son zonas de pequeñas
cascadas, había un puente mucho más largo y balanceante que solo podíamos
pasarlo de 4 en 4. Pronto entramos en la zona del cañón, donde en las paredes
de piedra algunos jóvenes hacían escalada, también nosotros hicimos nuestras
proezas, pasando lugares angostos entre los salientes de la pared rocosa y un
estrecho sendero de cemento, algunos a cuatro patas, buscábamos una fuente
perdida, escondida en la maleza, tan escondida que no la encontramos.
Regresamos, y ya con las dificultades superadas encontramos el sitio ideal para
descanso y bocadillo y así terminar con ánimo el resto del día instalándonos en el cortijo de Catifalarga, esa noche
cenamos en Capileira una típica comida alpujarreña en una agradable terraza.
El martes día 12, bajamos a Capileira para
desde allí hacer la ruta del barranco de Poqueira, por un senderito que bajaba
hasta el río entre plantas aromáticas y trinos de pajarillos. En el puente de
Chíscar hicimos una parada para contemplar el agua saltando y cantando,
anunciando las piedras, y como no hacer muchas fotos.
Desde allí pasamos a la otra orilla, donde
esta vez subiendo llegar hasta la altura de Capileira que contemplábamos como
una pintura abierta al infinito. Habíamos hecho un camino circular y estábamos
en el punto de bajar a Bubión o subir a Capileira, escogimos la subida que era
bastante empinada, con mucha vegetación y chorreaderos de agua, resoplando un
poco y descansando otro poco, conseguimos llegar arriba y para premiarnos,
guardamos los bocadillos que habíamos paseado en las mochilas, y nos fuimos a
comer “en ca los mellizos”, Mesón Poqueira, donde nos atendieron amablemente en
una agradable terraza que aprovechamos algunas para sestear. Por la noche
pusimos los bocadillos para una cena en común que resultó entrañable.
El día de San Antonio, bajamos en coche hasta
Bubión para hacer un tramo de la
GR-7 , desde allí hasta Capilerilla en la Taha de Pitres, como era
temprano subimos con sombra y al volver la vista a tras veíamos asomar la
cabeza del Veleta con su blanca barba y los crestones de río Seco en las
cumbres, y en sus faldas los pueblos de Capileira y Bubión posados en el verde
como blancas palomas. Llegamos a una collado y descendimos por una pista que
discurría entre pinares hasta asomarnos a una terraza natural que dominaba el valle
de la Taha y sus
pueblecitos. Como habíamos encargado un cocido al hinojo en casa “Julio”
decidimos volver desde aquel punto para no llegar tarde al banquete, que
degustamos en una bonita terraza, y con la panza bien cargada dimos una
vuelta por Pampaneira que era uno de los
pueblos más típicos, y ahora se ha comercializado en exceso. Una vez en
Capileira fuimos al supermercado a comprar la cena que tomamos en casa de
Encarnita y María.
El jueves día catorce nos fuimos a Trevélez,
el pueblo más alto de la península y famoso por sus secaderos de jamones. Había
un ambiente festivo porque era la feria de San Antonio que encontramos en su
ermita, subido en unas andas, con las que había recorrido el pueblo el día
anterior.
Comenzamos la ruta del río que antes seguía
el curso, pero que ahora han desviado por un camino polvoriento, no habíamos
andado más de un kilómetro cuando sonaron los teléfonos de los chóferes, para
decirles que los coches los habían dejado mal aparcados y que si no los
quitaban serían retirado por la grúa, volvimos todos , ya que la ruta no era lo
esperado, los chóferes se adelantaron esperando lo peor pero se encontraron con
el concejal de festejos, todo amabilidad, ya que el fallo había sido suyo por
no haber puesto a tiempo el “prohibido el paso”. Una vez reunido el resto del
grupo empezamos la visita de Trevélez por el barrio medio, donde nos llamó la
atención un mesón solitario al que entramos a refrescarnos con una cerveza a la
que le acompañó una tapa de queso con aceite que terminó de conquistarnos, y a
pesar de que era algo pronto decidimos quedarnos a comer, era tal la
“agustidad” que derramamos siestas por todos los rincones de la terraza.
Ya despiertos visitamos algunos pueblos de la Taha , Busquistar, con su
balcón asomado al barranco y su iglesia blanca de torre cuadrada, no tenía
mucho encanto. Pitres nos sorprendió con su cuidada iglesia del S. XVIII, donde
una coral del pueblo ensayaba la misa de Palestrina, en la calle algunos tinaos
y soportales donde los antiguos vecinos tertuliaban al fresco. Más adelante
visitamos la “Fuente agria” de aguas ferruginosas a la que los vecinos le
atribuyen virtudes mágicas. Cena privada en común como otras veces.
El viernes día quince fue la subida al
Mulhacen, que estaba en reserva hasta ver como respondía el grupo, se conoce
que tuvimos buena nota cuando Justo se decidió a hacerla. Salimos de Capilerira
en el microbus del parque que nos dejó a las 10 horas en el Alto del Chorrillo,
a unos 2700 metros ,
en medio de un piornal de flores amarillas de aspecto almohadillado pero con
pinchitos de mala uva. Empezamos la subida por una pista ancha y pronto cogimos
una senda estrecha y empinada por medio del piornal, nos sostenía el deseo de
llegar a la cima, el aire fresco y puro, la energía del grupo y la belleza
hiriente de las cumbres, sin edad, sin tiempo y el cielo inmenso sin limites,
una vez en la cima nos sentimos rodeados
de la invisible serenidad de las cumbres. Las mariposas del Mulhacen nos dieron
la bienvenida a su casa con una sutil danza de colores. La cabra montes,
también hizo su aparición por los riscos, y satisfechos emprendimos la bajada
por una senda mucho más empinada y difícil que hizo sufrir un poco nuestras
rodillas, pero como recompensa hicimos el resto del camino por una cómoda
pista. Volvimos contentos de nuestra
hazaña y nos pasamos por Capileira para la compra de la última cena, que esta
vez no se coronó con las ricas poleás de Loli, por falta de medios logísticos.
David y Marilen que no se atrevieron con el Mulhacen intentaron compensarlo con
unas exquisitas cerezas compradas en Lanjarón. Y así llegó el sábado día
dieciséis y el retorno a casa. Parada en Lanjarón y visita al barrio antiguo,
comida en Riofrío con sus criaderos de truchas, algunas de las cuales cayeron
en nuestros platos. A las 18 horas en Sevilla con reparto de andakanos por las
esquinas, y todos contentos de haber podido disfrutar un año más de la amistad
en plena naturaleza, en el empeño de un esfuerzo donde el alma encuentra sus
verdaderas dimensiones. Gracias a todos por todo, y gracias al TODO Absoluto
por animarnos con su Espíritu de Amor.
Fdo.: La Andakana Mayor