sábado, 7 de julio de 2012

Andakanos: fin de curso 2012.


Este año hemos escogido entre los rincones mágicos de España, el macizo de Sierra Nevada, donde se encuentran hasta 20 picos de más de 3000 metros, con la intención de culminar al menos uno de ellos, y pasar luego a la otra vertiente con sus pueblecitos alpujarreños de paredes blancas adornados de flores frescas, sus techos planos y sus típicas chimeneas anhelando el cielo.
El sábado nueve de junio salimos contentos, de Sevilla, los 13 que formábamos el grupo, dirección Granada, nuestra meta era el albergue juvenil de Pradollano, situado en lo más alto de la urbanización, con hermosas vistas sobre las montañas peladas y abruptas con algún jirón del blanco manto invernal. Después de instalarnos, bajamos a dar un paseo buscando algunas provisiones que encontramos de puro milagro en un pueblo solitario y desangelado. La cena fue agradable en un comedor lleno de luz donde estábamos solos. Cerramos el día contemplando la puesta de sol que había dejado una estela de rojo ardiente en el horizonte.
Domingo, día diez. Subida al Veleta 3390 mts.
Llegamos con los coches hasta el centro de interpretación de alta montaña donde un microbus del parque nos subió hasta las “Posiciones del Veleta”, a unos 3000 metros, donde empezamos la marcha a pie por una pista cómoda contemplando como se dilataba el paisaje según íbamos subiendo, el entorno era abrupto, alegrado por el blanco de los neveros refrescaban el aire, llegamos a la cumbre sin demasiado esfuerzo, allí el cielo parecía a nuestro alcance y en lontananza podía intuirse el mar y las costas de África, también teníamos cercanos los picos del Mulhacen, la Alcazaba, el Juego de Bolos, por nombrar algunos.
Después de disfrutar del aire puro y la luminosidad de las alturas bajamos al encuentro del microbus, que nos dejó en una oportuna terraza donde había cerveza y otras cosas más, así que guardamos nuestras provisiones y nos sentamos a disfrutar del paisaje y de una comida serrana. Tras los postres, casi todos subimos a visitar la Virgen de las Nieves con su capilla abierta a la montaña y su manto plateado. Por la noche jugaba Nadal el “Rolan Garrault” que fue suspendido por lluvias, al mismo tiempo España jugaba con Italia la copa de Europa que quedó en empate a uno. Mientras los hombres preparaban la siguiente ruta las mujeres despedimos el día en agradable tertulia.
El lunes, día once, nos despedimos del luminoso albergue y bajamos hasta el pueblo de Monachil donde dejamos los coches y emprendimos la ruta de su río, a la salida del pueblo encontramos frondosas huertas, luego nos acompañaron árboles de ribera y el sonido del río que cruzamos varias veces por unos puentes colgantes semejantes a los de las películas de “Indiana Jhon”, al llegar a “Los Cahorros” que son zonas de pequeñas cascadas, había un puente mucho más largo y balanceante que solo podíamos pasarlo de 4 en 4. Pronto entramos en la zona del cañón, donde en las paredes de piedra algunos jóvenes hacían escalada, también nosotros hicimos nuestras proezas, pasando lugares angostos entre los salientes de la pared rocosa y un estrecho sendero de cemento, algunos a cuatro patas, buscábamos una fuente perdida, escondida en la maleza, tan escondida que no la encontramos. Regresamos, y ya con las dificultades superadas encontramos el sitio ideal para descanso y bocadillo y así terminar con ánimo el resto del día instalándonos  en el cortijo de Catifalarga, esa noche cenamos en Capileira una típica comida alpujarreña en una agradable terraza.
El martes día 12, bajamos a Capileira para desde allí hacer la ruta del barranco de Poqueira, por un senderito que bajaba hasta el río entre plantas aromáticas y trinos de pajarillos. En el puente de Chíscar hicimos una parada para contemplar el agua saltando y cantando, anunciando las piedras, y como no hacer muchas fotos.
Desde allí pasamos a la otra orilla, donde esta vez subiendo llegar hasta la altura de Capileira que contemplábamos como una pintura abierta al infinito. Habíamos hecho un camino circular y estábamos en el punto de bajar a Bubión o subir a Capileira, escogimos la subida que era bastante empinada, con mucha vegetación y chorreaderos de agua, resoplando un poco y descansando otro poco, conseguimos llegar arriba y para premiarnos, guardamos los bocadillos que habíamos paseado en las mochilas, y nos fuimos a comer “en ca los mellizos”, Mesón Poqueira, donde nos atendieron amablemente en una agradable terraza que aprovechamos algunas para sestear. Por la noche pusimos los bocadillos para una cena en común que resultó entrañable.
El día de San Antonio, bajamos en coche hasta Bubión para hacer un tramo de la GR-7, desde allí hasta Capilerilla en la Taha de Pitres, como era temprano subimos con sombra y al volver la vista a tras veíamos asomar la cabeza del Veleta con su blanca barba y los crestones de río Seco en las cumbres, y en sus faldas los pueblos de Capileira y Bubión posados en el verde como blancas palomas. Llegamos a una collado y descendimos por una pista que discurría entre pinares hasta asomarnos a una terraza natural que dominaba el valle de la Taha y sus pueblecitos. Como habíamos encargado un cocido al hinojo en casa “Julio” decidimos volver desde aquel punto para no llegar tarde al banquete, que degustamos en una bonita terraza, y con la panza bien cargada dimos una vuelta  por Pampaneira que era uno de los pueblos más típicos, y ahora se ha comercializado en exceso. Una vez en Capileira fuimos al supermercado a comprar la cena que tomamos en casa de Encarnita y María.
El jueves día catorce nos fuimos a Trevélez, el pueblo más alto de la península y famoso por sus secaderos de jamones. Había un ambiente festivo porque era la feria de San Antonio que encontramos en su ermita, subido en unas andas, con las que había recorrido el pueblo el día anterior.
Comenzamos la ruta del río que antes seguía el curso, pero que ahora han desviado por un camino polvoriento, no habíamos andado más de un kilómetro cuando sonaron los teléfonos de los chóferes, para decirles que los coches los habían dejado mal aparcados y que si no los quitaban serían retirado por la grúa, volvimos todos , ya que la ruta no era lo esperado, los chóferes se adelantaron esperando lo peor pero se encontraron con el concejal de festejos, todo amabilidad, ya que el fallo había sido suyo por no haber puesto a tiempo el “prohibido el paso”. Una vez reunido el resto del grupo empezamos la visita de Trevélez por el barrio medio, donde nos llamó la atención un mesón solitario al que entramos a refrescarnos con una cerveza a la que le acompañó una tapa de queso con aceite que terminó de conquistarnos, y a pesar de que era algo pronto decidimos quedarnos a comer, era tal la “agustidad” que derramamos siestas por todos los rincones de la terraza.
Ya despiertos visitamos algunos pueblos de la Taha, Busquistar, con su balcón asomado al barranco y su iglesia blanca de torre cuadrada, no tenía mucho encanto. Pitres nos sorprendió con su cuidada iglesia del S. XVIII, donde una coral del pueblo ensayaba la misa de Palestrina, en la calle algunos tinaos y soportales donde los antiguos vecinos tertuliaban al fresco. Más adelante visitamos la “Fuente agria” de aguas ferruginosas a la que los vecinos le atribuyen virtudes mágicas. Cena privada en común como otras veces.
El viernes día quince fue la subida al Mulhacen, que estaba en reserva hasta ver como respondía el grupo, se conoce que tuvimos buena nota cuando Justo se decidió a hacerla. Salimos de Capilerira en el microbus del parque que nos dejó a las 10 horas en el Alto del Chorrillo, a unos 2700 metros, en medio de un piornal de flores amarillas de aspecto almohadillado pero con pinchitos de mala uva. Empezamos la subida por una pista ancha y pronto cogimos una senda estrecha y empinada por medio del piornal, nos sostenía el deseo de llegar a la cima, el aire fresco y puro, la energía del grupo y la belleza hiriente de las cumbres, sin edad, sin tiempo y el cielo inmenso sin limites, una vez en  la cima nos sentimos rodeados de la invisible serenidad de las cumbres. Las mariposas del Mulhacen nos dieron la bienvenida a su casa con una sutil danza de colores. La cabra montes, también hizo su aparición por los riscos, y satisfechos emprendimos la bajada por una senda mucho más empinada y difícil que hizo sufrir un poco nuestras rodillas, pero como recompensa hicimos el resto del camino por una cómoda pista. Volvimos contentos  de nuestra hazaña y nos pasamos por Capileira para la compra de la última cena, que esta vez no se coronó con las ricas poleás de Loli, por falta de medios logísticos. David y Marilen que no se atrevieron con el Mulhacen intentaron compensarlo con unas exquisitas cerezas compradas en Lanjarón. Y así llegó el sábado día dieciséis y el retorno a casa. Parada en Lanjarón y visita al barrio antiguo, comida en Riofrío con sus criaderos de truchas, algunas de las cuales cayeron en nuestros platos. A las 18 horas en Sevilla con reparto de andakanos por las esquinas, y todos contentos de haber podido disfrutar un año más de la amistad en plena naturaleza, en el empeño de un esfuerzo donde el alma encuentra sus verdaderas dimensiones. Gracias a todos por todo, y gracias al TODO Absoluto por animarnos con su Espíritu de Amor.
Fdo.: La Andakana Mayor