Ya hace un año que el COVID apareció en nuestras vidas amenazándonos con sus púas venenosas, pero el cielo de la vida sigue su ritmo y ya las perlas de azahar cuelgan de nuevo de los naranjos, y entre los verdes aparecen árboles en flor, y este sábado 13 de marzo, 17 andakanos y 2 invitados salimos para respirar belleza y paz a nuestra sierra sevillana. Nos fuimos hacia El Ronquillo donde dejamos los coches y antes de emprender camino le cantamos cumpleaños feliz a Encarnita, que yo considero el alma del grupo.
El sendero preparado con cariño por Enrique discurría en
torno a los Lagos del Serrano, donde se cruzan varios caminos, nosotros
comenzamos por el barranco de la Lana, una pista amplia ente jaras, brezos,
cantueso y romero que impregnaban el aire con sus sutiles y silvestres olores,
y que nos llevó hasta dar vista al pantano del Cala, que, aunque bajo de nivel
y bajo de quietud de sus aguas coletean carpas y barbos para que los pescadores
ejerciten la paciencia en sus orillas. Recorrimos un largo trecho con el
pantano a la vista contemplando las verdes praderas que tapizan sus orillas,
coloreadas por las manchas amarillas y blancas de las margaritas, continuamos
camino buscando un lugar que llaman los Cachones para comer allí, pero nos
acomodamos en un cruce de caminos sombreado y agradable donde teníamos a la
vista un rebaño de cabritas.
Después del descanso y tertulia seguimos por el camino de los
brezales y la umbría de Santa Fe con algunos repechitos poco gratos pero que
nos llevó hasta los coches. Antes de despedirnos María Luisa nos ofreció esos
carnosos y dulces dátiles que nos transportan al valle de Jericó, y con sabor
dulce nos despedimos de ese día primaveral en el que disfrutamos de otro rincón
privilegiado de nuestra sierra.
Fdo.: Blanca