El día 1 de junio de 2019,
Sevilla se vistió de esplendor patriótico con el desfile de las fuerzas
armadas, al día siguiente los andakanos emprendimos, un año más, el camino
hacia el norte para el viaje de fin de curso. De los 8 que seríamos quedamos 7,
Juana se quedo atrás por asuntos propios.
Salimos por la ruta de la Plata,
acompañados por campos de girasoles, adelfas y retamas, y un horizonte
prometedor. Subimos a Medinaceli para comer, esa ciudad histórica encaramada en
un altiplano, con su arco romano, sus casonas de piedra, sus plazas recoletas y
ese Cristo asidero de fe, donde tantas veces nos hemos parado. Seguimos camino
por paisajes cambiantes hasta llegar al desfiladero profundo que el río Esera
fue erosionando en miles de años y que ahora nos conduce hasta el valle de
Benasque con sus campos de trigo y sus huertas, custodiados por los picos
pirenaicos que a nuestra llegada se perdían en el último resplandor de un
atardecer luminoso, tomamos posesión de casa “Pichuana” y nos fuimos a buscar
la cena en un pueblo solitario.
En nuestra primera salida,
partimos del pueblo hacia un sendero circular llamado de los tres barrancos,
cruzamos el río y comenzamos la subida por un sendero estrecho entre hierbas
altas y ramilletes de pequeñas flores de colores y formas diversas, tan
preciosas como las que los frailes medievales utilizaban para iluminar los
libros de horas de beatos y reinas. Seguimos subiendo por media montaña hasta
llegar a los barrancos formados por la erosión de glaciares cuaternarios,
disfrutamos del paraje abrupto y rocoso, avistando en las paradas el valle y el
pueblo de Benasque, en forma de abanico abierto, hacia el que emprendimos el
regreso que fue duro por el fuerte desnivel y las piedras sueltas del sendero,
al llegar al pueblo, el plan de compras para hacer la comida en la casa quedó
aplazado y nos fuimos a comer al centro en el sitio que nos indicó un lugareño.
Por la tarde disfrutamos haciendo las compras que trasladamos en dos carros del
super hasta la casa, Joaquín nos preparó una rica ensalada para la cena sellada
con chupito de hierbas.
El martes 4 nos fuimos todos en
la autocaravana hasta Los Llanos del Hospital, donde la dejamos y empezamos la
subida hacia los “montes malditos” nuestra meta era la sima de “Forau d’Aigualluts”,
un lugar impresionante donde se recoge las aguas que bajan del Aneto,
custodiadas por farallones verticales, estas aguas forman una laguna superficial
que se escapan bajo tierra, por un gran agujero, para salir 4 kilómetros más
adelante para alimentar, en Francia, el río Garona. Seguimos para ver la
cascada que veíamos entre los árboles y
descubrimos una nueva maravilla, la cascada que bajaba a toda prisa desde el
pico del Aneto, atravesaba un nevero de 2 metros de espesor y salía unos metros
más abajo formando un túnel de nieve para seguir cayendo hacia la laguna de
abajo, un poco más arriba nos encontramos con una pradera muy verde donde múltiples
arroyuelos confluían para alimentar la
cascada, y en el fondo se erguía soberana la silueta piramidal del Aneto sobre
un cielo azul. Dejamos allí montañas y cascadas y emprendimos la bajada por
senderos escalonados entre hayas, abetos y pinos alternando con praderas verdes
colonizadas por narcisos, árnicas y botones de oro que hacían casi invisibles
otras flores minúsculas, y en las zonas más húmedas las rocas desnudas
cubiertas de esponjosos líquenes, de la fauna invisible que habitan en los
montes vimos algunas marmotas paseándose por las praderas. Un día hermoso con ráfagas
de viento.
El miércoles 5 como amaneció
lloviendo aprovechamos para culturizarnos, todos en la “Mejorana” hasta el
pueblo de La Roda de Isabena, uno de los más bonitos de España aunque solo
tenga 20 habitantes, calles pintorescas con arcos de piedra y pasadizos estrechos,
casa blasonadas y balcón asomado al valle, pero la joya del pueblo es su
catedral románica del siglo XII, aunque tiene una nave gótica del XVI y un coro
del XVII, su originalidad radica en la cripta abierta sostenida por arcos y el
sepulcro de San Román con sus figuras talladas de la vida de Cristo. Hicimos
una parada para comer y seguimos hasta el vecino valle de Bái para visitar la
iglesia románica de San Clemente de Tahull con su esbelta torre, famosa por sus
frescos románicos que para nuestra sorpresa ya no están allí sino en un museo
en Barcelona. Con las tecnologías modernas han conseguido camelar al público
proyectando sobre las paredes desnudas los frescos auténticos, por los que fue incluida
por la Unesco patrimonio de la humanidad. De regreso a Benasque hicimos una parada
en el lago de Eriste, donde un cisne solitario vino a saludarnos.
El jueves salimos del pueblo a
pie, cruzamos el Esera que seguimos en su curso por un llano y sombreado sendero
donde abundaban los cantos rodados, un rebaño de ovejas esperaba su turno en el
campo de baloncesto, era el primer rebaño que encontramos, llegamos al pueblo
de Anciles con sus casas nobles y su silenciosa quietud, y seguimos caminando
hasta el embalse de Eriste que se alimenta de las aguas rápidas de los neveros
que aprovechan para electricidad, el sendero seguía por la selva de Conques por
caminos en galería donde se filtraba la luz vibrante entre las copas de los árboles,
en los claros aparecían pastizales y flores alpinas, en esta zona eran
abundantes las cicutas u orilleras, esas flores blancas como de encajes esparcidas
en el verde, llegamos de nuevo a Anciles y seguimos hacia Benasque donde
llegamos a tiempo para comernos el bocadillo en casa, descansamos y por
unanimidad decidimos que era el día ideal para las tradicionales poleás que nos
supieron a gloria ya que el producto rey es el cariño con el que están hechas.
El viernes 7 amaneció de nuevo
lloviendo, pero con buen pronóstico para la tarde, así que nos fuimos de paseo
por el pueblo mientras Joaquín nos preparó un arroz con pollo y verduras para
chuparse los “deos”, un descansito y todos de nuevo a la “Mejorana” para subir
a Cerler, el pueblito donde se encuentra la estación de esquí de Benasque,
desde allí partimos para la ruta de las tres cascadas, entramos por un sendero
en galería donde abundaban los espinos blancos floridos tan grandes como
árboles, luego salimos a un gran barranco abierto al cielo y en el fondo
saltando enormes rocas bajaban las espumosas aguas de las cascadas, a las que
pronto dimos vista, bajaban estas por las gargantas verdes altas y esbeltas, pero
la más espectacular la encontramos al fondo que se desplegaba como velo de una
novia sobre la roca oscura, arrancando con su fuerza gotitas de agua que
llegaba a nosotros en forma de lluvia, después de contemplar tan belleza
regresamos por el mismo sendero al punto de partida, cenamos pronto y nos fuimos
a preparar el regreso, esta vez a casita. De los 7 hubo 3 que se fueron para
otros puntos del norte, y solo el coche de Miguel, con Loli, Mercedes y Blanca
bajamos al sur.
Ha sido un fin de curso lleno de
imprevistos, pero no por eso ha dejado de ser rico, por la convivencia amistosa
y por esa naturaleza siempre sorprendente que te lleva a pensar que detrás de
tanta belleza real, tal vez haya una fuerza espiritual invisible que envuelve
los lugares de magia y nos da la energía suficiente para seguir caminando en
nuestro día a día.
Gracias a todos y cada uno por su
presencia, y para otro año ¡animaros que celebraremos los 20 años del grupo!
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor