Un año más los amigos andakanos cerramos el curso con
ilusión, en los días del 12 al 18 de junio, el lugar escogido ha sido la sierra
de la Estrella en el vecino Portugal.
Dejamos Sevilla con calor, aunque solo fue un preludio de lo
que vino después. En la gasolinera de “las cuartillas”, la mejorana con
Encarnita, Justo, Mercedes, Juana y Blanca, nos encontramos con el único coche
que nos seguiría ese día, con Loli, Miguel, Conchi y Damián. Los 9 emprendimos
la marcha hacia la vía de la plata, acompañados por campos de girasoles en el
primer tramo, para seguir luego con onduladas dehesas de encinas y más tarde con
viñedos extremeños. En Almendralejo hicimos la primera parada para café y
estiramientos, y ya en la provincia de Cáceres otra para la visita cultural al
pueblo de Coria, con su bonita catedral del siglo XIV, gótica, pero sin
columnas de soporte que es lo que la hace especial, está dedicada a la Virgen
en su Ascensión Gloriosa. Actualmente tiene en su recinto una exposición
interesante “Vestigium” con el tema de la Sabana Santa (Sindone de Turín), ya
que la catedral tiene una copia allí expuesta y toda la información científica
complementaria, además se encuentra también expuesto el mantel de la última y
Sagrada Cena, original que un obispo de Coria se trajo de Roma junto a otras
sagradas reliquias también expuestas. Después de esa visita al pasado volvimos
al presente cada vez más caluroso hasta encontrar una sombra que nos acogiera
para reponer energías, gracias a la Mejorana que nos ofreció cerveza fresquita
y al buen café que nos preparó Justo salvamos con buen humor el rato de relax.
Seguimos buscando la “Estrella” entrando en Portugal por Ponte Segura, donde
también hacía calor, tela. A pesar de la sierra donde derramando sus casas por
las laderas de las colinas encontramos el pueblecito de Manteigas, a unos 4 kms
hacia abajo encontramos la Quinta de Leandres donde teníamos reservada nuestra
estancia por unos días. Una agradable piscina nos dio la bienvenida y cada uno
recibió su llave y su cama, algunos un armario, y otros solo unas perchas,
aunque todo limpio y atendidos con agrado. A las 20 horas portuguesa nos fuimos
a cenar a un restaurante “cutre” que nos costó encontrar por estar alejado del
centro. Al salir una luna casi llena nos saludó y pasamos un rato agradable con
ella, su luz nos acompañó hasta nuestras camas que cogimos con placer.
Día 13, San Antonio.
Desayunamos a las 8 horas y salimos hacia las cumbres de la
Estrella con paisajes bellísimos de colores tan variados que ni las paletas de
todos los impresionistas juntos podrían imitar, y que la naturaleza nos regala
generosamente para disfrute de todos.
Nuestros senderos se iban a desarrollar en torno al valle
glacial del río Zézere, que hoy está ocupado por cultivos varios y caseríos
humanos, pero las paredes que sostenían el hielo quedan ahí, armazón de
paisajes singulares donde las piedras gigantes susurran los ecos de otras
épocas como libros vivientes para aquellos que se dignan abrirlos con respeto e
ilusión. El sendero de este día recorría un bosque de hayas con luz danzando
entre sus hojas y sus ramas formando un dosel de sombra allá en la altura para
poder caminar y disfrutar a pesar del calor. También había una parte donde el
bosque estaba formado por grandes abetos de troncos recios y derechos de gran
altura donde sus copas se perdían en el azul.
Llegamos al punto geodésico con diferentes vistas de los
valles vecinos, trago de vino y frutos secos para contemplar los paisajes con
mejor visión. Bajamos bajo la sombra protectora de abetos y hayas hasta los
coches. Una vez más la empresa “mejorana” nos ofreció cerveza fresca que nos
supo a gloria. Regresamos al pueblo para hacer compras. A las 20 horas cena en
el bonito restaurante de Serradalto con vistas a la sierra.
Después de cenar nos dimos un paseo a la luz de la luna,
subimos hasta la iglesia de la Misericordia y nos acercamos a un palacete que
nos recordó el pabellón de Portugal en Sevilla, el pueblo estaba silencioso o
dormido y a dormir nos fuimos también nosotros
Día 14
Nos fuimos con los coches al lado opuesto del glaciar, en una
zona donde las morrenas glaciares dejaron piedras gigantes redondeadas y lisas
y cubiertas algunas con tapices de musgo y líquenes de variados colores. Estas
piedras son llamadas “los poyetes blancos” pues cuando las primeras nieves
cubren de blanco las piedras los lugareños dicen: ya está aquí el invierno
porque “los poios están brancos”. El camino circular nos llevó a miles y
millones de años atrás atrapados en granito de formas pintorescas y muy
originales, en una zona el paisaje nos recordó el Torcal de Antequera. El suelo
estaba completamente alfombrado de matorral bajo en flor, con colores
amarillos, violetas, rosas e infinidad de verdes, tan hermoso que era difícil
captarlo en fotos por mucha resolución que tengan las cámaras modernas.
Seguimos caminando por la alfombra floral, buscando un hueco para posar los
pies y así se nos pasaron 4 horas, pasando por el punto geodésico al que no
pudimos acceder por no encontrar el camino. Terminado el sendero no encontramos
una mala sombra que nos cobijara y bajamos hasta un bosquecillo de abetos que,
si nos dio sombra, pero también tantas moscas que no pudimos descansar. Camino
de vuelta nos paramos en un rincón natural pero turístico llamado el Pozo del
Infierno por sus aguas oscuras, una cascada escasa bajaba por una pequeña
garganta formando pozas donde algunos toman su baño, había poca agua y poco
encanto. Llegamos a casa con el tiempo justo para tomar una ducha y saludar a
los 4 andakanos que se unían al grupo, Mari Trini, Juan Manuel, María y
Enrique, y ya los 13 nos fuimos a cenar en el restaurante “A Cascata”, también
con vistas a la sierra. Fin de una jornada feliz.
Día 15: Tocaba día cultural en el ecuador del periplo.
Nos fuimos hasta el pueblecito de Gouveia en el valle de la
Almouraina donde el terreno es mucho más abrupto y poco grato por la calima que
teníamos encima. Visitamos la iglesia de San Pedro en la plaza principal del
pueblo, iglesia sencilla con su fachada cubierta de azulejos blancos y azules.
En el lateral de la plaza otra iglesia con azulejos, sede de alguna hermandad
local, en la misma plaza asistimos a una danza tipo indú ejecutada con gracia por
un grupo de jóvenes locales, pasamos un ratito agradable sentados al fresco.
Nos fuimos a otro pueblo, Folgosinho, donde las casas de granito y sus fuentes
y muros adornados con versos escritos en cerámica de color, lo hacía algo más
especial, así como su iglesia de San Faustino, con el santo plantado de brazos caídos
y cara de bueno. Pero lo más original del pueblo es el castillete mirador de
Viriato que corona una pequeña colina de mármol blanco y rosado, con su torre
del reloj viendo pasar el tiempo.
Bajamos a l pueblo de linhares para comer, pero el único bar
restaurante estaba cerrado, así que nos fuimos a otro pueblecito donde una simpática
mujer nos acogió con alegría y nos preparó un menú sencillo y sabroso que apreciamos
mucho, la poca ventilación del local no nos causó molestia, pues las paredes de
piedra, los buenos postres caseros, y el agrado y simpatía de la señora
mesonera suplieron la incomodidad. El resto de la tarde lo pasamos en la playa
fluvial del río Mondego, algunos con los pies en el agua de un canalito a la
sombra de los tilos, y otros con baño de cuerpo entero en el río. La cena esta
noche la hicimos en el alojamiento con las viandas que previamente se habían
comprado.
Jueves 16. Corpus Cristi en Sevilla con alfombras de juncia y
romero, y para los sevillanos en la sierra de la Estrella cuerpos al monte,
esta vez en otra zona del glacial Zézere de formaciones graníticas diferentes,
formando picos de sierra muy afilados. Al sendero de los Cántaros se accede por
un ascenso de escalones de piedras muy pronunciado y algunos quedamos en el
primer tramo. El camino, aunque señalizado era más bien intuitivo y sin el gps
y sobre todo la pericia de Justo puesta a prueba el macizo rocoso con la laguna
de los cántaros no la habrían encontrado. Las vistas maravillosas del valle
estaban cubiertas de calima y no pudieron disfrutarse mucho.
Loli y Blanca se quedaron en el hermoso parque natural en
donde comenzaba el sendero, había en el parque cómodos merenderos con barbacoas
con techos a 4 aguas muy pintorescos y cómodos, el río Zézere que atraviesa el
parque llevaba poca agua, cosa que extrañaba mucho a los lugareños que llegaron
con sus meriendas a pasar el día festivo en familia.
Llegó una tormenta con rayos, truenos y agua y los que
estaban comiendo recogieron bártulos y se refugiaron con nosotras en el
chiringuito de las bebidas. Desde un claro del bosque vimos bajar a los andakanos
exhaustos por la dificultad del sendero y el calor intenso, el Andakano guía con
fiebre y mareos hizo la bajada guiada por un Ángel protector que lo trajo con
cara de “muerto” al bosque de abedules. Allí una vez más la empresa Mejorana
salvó la situación con cerveza fresca. Ya repuestos nos fuimos a visitar otras
maravillas de la sierra, la primera fue la Covão de Boi donde en un macizo
rocoso de forma semi circular un artista local, allá por los años 40 del siglo
pasado, esculpió una preciosa imagen de la Virgen que llamó de la Estrella, que
protege bajo su manto a los pastorcillos. Seguimos subiendo con los coches hasta el pico
“La Torre”, el punto más alto de Portugal continental, donde se encuentra la
estación de esquí con todas sus instalaciones y parafernalia de esos lugares de
recreo y ocio.
Teníamos pensado ir hasta el pueblo de Govilha, donde María y
Enrique estuvieron por la mañana, para ver su bonita iglesia revestida de
azulejos de finales del siglo XIX, pero el tiempo no dio para más y nos
volvimos a Manteigas para descansar antes de salir para la cena otra vez en el
restaurante A Cascata.
Viernes 17 Último sendero programado, que prometía ser espectacular
y así fue, pues se trataba de encontrar en sendero de madera acoplado a la
salvaje garganta del río Mondego, después de haber sido embalsado a su paso por
la estación hidroeléctrica, es un proyecto más amplio del que solo hay
realizado el tramo más difícil pero muy seguro, con una bajada de miles de
escalones, ajustados a las rocas, el desvío que va a una cascada paradisiaca,
tiene 114 escalones, el total nadie los contó. El conjunto parecía una obra más
bien china que portuguesa, por el que íbamos muy cómodos, pero en un punto se
acabó la pasarela de madera que siguió por un sendero de tierra que nos llevó
hasta un pequeño pueblo con una terraza sombreada de una ventita de paso muy
atractiva, allí nos sentamos agotados por el calor hasta reanimarnos con
cerveza fresca. Viendo la pinta que tenía el presinal, los conductores más jóvenes
tuvieron la generosa iniciativa de hacer ellos la subida de las escaleras a
pleno sol y venir con los coches al pueblecito, donde terminamos comiendo
bebiendo y descansando hasta las 5 de la tarde. Por fin dejamos el acogedor
chiringuito regentado por dos hermanos que nos atendieron con silenciosa
amabilidad. Ya en Manteigas hicimos compras en el super para la cena en casa,
ensaladas, frutas y yogures, y con el recuerdo gustamos las poleas de Loli que
han cerrado tantos días de convivencia en el pasado. Encarnita que se sentía
mal apareció en la cena con mascarilla, había dado positivo en el test, que
fueron a buscar a la farmacia, Justo que no se hizo el test también sería
positivo pues había estado muy malito el día los Cántaros.
Día 18. Después del desayuno regreso a casa, el personal de
la mejorana seguido por el coche de Miguel, desistimos de la visita cultural a
Guarda que Enrique había preparado como suplemento y que prometía ser
interesante, pusimos rumbo a España y el coche de Enrique y compañía optó por
la visita y se fueron para Guarda.
Los dos coches camino de frontera hicimos paradas para
descanso y café, una de ellas ya en la provincia de Cáceres para visitar el
monasterio Franciscano más pequeño de España, el monasterio de El Palancar,
pero como no abrían hasta las 16,30 horas, nos paseamos por el silencioso jardín
y comimos en un parquecito de las inmediaciones y seguimos camino. En el Cruce
de las Herrerías tomamos café y helados y por fin apareció en el horizonte
Sevilla.
Como la vida es cambiante, este fin de curso también ha sido
diferente en algunos aspectos, sobre todo nos ha afectado el calor tan
inesperado que no contábamos que afectara a la sierra de la buena Estrella
portuguesa, pero lo esencial no cambia, y es la amistad que unifica a un grupo
de personalidades tan diversas y que se mantiene unido hace ya algunos añitos.
Gracias a Dios que nos ha permitido un año más disfrutar de este fin de curso
2022.
Feliz Verano a todos.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor.