Las
generosas lluvias de este final de invierno, han tenido a los Andakanos
recogidos en sus guaridas. Pero esas mismas lluvias han preparado un paisaje de
verdes y flores como hace mucho que no se veía, por ello, los 12 que este sábado
11 de mayo salimos al campo, pudimos disfrutar de un hermoso espectáculo. La
ruta varias veces aplazada fue la que rodea por la orilla derecha el pantano de
los Hurones en el término entre El Bosque y Algar.
Entramos
en el sendero por la orilla del arroyo Atrera y pronto apareció la cola del
embalse en el que se fueron asomando las cumbres serranas que le sirven de
fondo, mientras el grupo avanzaba por prados de flores de un colorido “impresionista”,
olores a mejorana y tomillo y ese concierto de pájaros que solo se ofrece en
primavera, hasta las mariposas danzaban a nuestro alrededor, festejando su efímera
existencia. El embalse estaba tan desbordado que nos obligó a cruzar una y otra
vez las vallas colindantes con las tierras de pastos, donde seres cornudos nos
miraban fijamente, quien sabe con que intención, por si acaso los rodeamos en
silencio.
Nuestra
meta era llegar al mirador del cabezo de Sta. María, el tal mirador físico no
lo encontramos, pero si una vista esplendida de la parte ancha de los Hurones,
con sus pequeñas islas y algunas copas de árboles que habían quedado
sumergidos.
Allí
nos paramos a comer, aunque pronto el calor nos desplazó hacia un punto más
aireado, donde se habían quedado algunos. Regresamos con calor y sin agua, así
que el anhelo de una cerveza fresca nos sirvió de estímulo, volvimos a saltar
vallas y a soportar miradas vacunas, y por fin llegamos a El Bosque y la
cerveza a nosotros.
Una
puesta de sol hermosa coloreó nuestro regreso, todavía impregnado nuestro ánimo
de la energía serena de una naturaleza siempre cambiante en sus formas pero
eterna en su esencia. Bendiciones para todos.
Fdo.:
Blanca
Andakana mayor