miércoles, 16 de noviembre de 2016

La Virgencita, la Cruz y Casilla de las latas, Algodonales 12-11-2016

Ocho andakanos nos dimos cita ante el caballo del Cid, para emprender una nueva aventura en la sierra gaditana. El acercamiento a la sierra nos pareció un ensueño, con sus cumbres envueltas en el misterio de la neblina mañanera, con su grandeza, su silencio y la asombrosa realidad de su vida oculta que nos desvelaría al acercarnos.
El abarrotamiento de gente que encontramos en la venta de “El Arenal” nos hizo buscar un sitio más sosegado para el desayuno que nos fue servido con agrado y abundancia en la plaza mayor del pueblo de Algodónales, ese pueblo serrano que derrama sus blancas casas por el valle, amparado por las mesetas grises que asoman por encima de sus tejados. La iglesia de Santa Ana se señorea en el centro del pueblo con una arquitectura hecha de retazos pero que con su esbelto campanario no deja de ser hermosa.
Con los estómagos contentos llegó la hora de las sorpresas, el Andakano Guía aconsejado por un duendecillo travieso, escudriñaron un sendero supuestamente “light”, desconocido también para ellos, que nos llevaría a la Cruz, Casilla de las latas y capilla de la Virgencita. Dejamos los coches en la parte alta del pueblo y empezamos a subir por el camino de La Muela, entre olivos cargados de aceitunas prontos para ser cosechados, allí nos encontramos  con un paisano que bajaba con su motillo a buscar cervezas para refrescar el gaznate de los aceituneros, de él recabamos información sobre la zona y sus cosechas. Ya habíamos llegado al punto donde teníamos que tomar el senderito que nos llevaría que nos llevaría a la Cruz que estaba oculto detrás de unas baretas recién cortadas, gracias a la pericia de nuestros guías encontramos el sendero estrecho y de subida constante entre los campos de olivos, lentiscos, algarrobos, palmitos y otras hierbas que a nuestro paso desprendían sus olores para deleite de nuestros sentidos. Ya estábamos a unos 500 metros y entre los claros podíamos ver a nuestros pies el valle sembrado de casitas blancas, dameros de olivos jóvenes y parcelas de verdes luminosos, más alejado teníamos el inconfundible pueblo de Zahara de la Sierra con su castillo y el embalse turquesa a sus pies, por encima de nuestras cabezas los buitres leonados y los hombres pájaros nos hicieron un guiño desde el limpio cielo. Habíamos llegado a la cruz, pero solo los guías bajaron  hasta ella por la dificultad del acceso y seguimos subiendo hasta llegar al puerto a 760 metros, la entrada la custodiaba una tortuga gigante que nos recordó que poco a poco, paso a paso se pueden conquistar las alturas, desde allí nos fuimos buscando la casilla de las latas una antigua casa de campo con su aljibe, su pileta y lo que queda de los muros de lo que fue el hogar de unos seres que dejaron allí el susurro de sus llantos y risas. Allí fue donde tomamos el bocadillo y descansamos hasta que el sol bajaba al encuentro de la noche y nosotros bajamos al encuentro del pueblo por una hermosa cañada bañada por la luz de la tarde que resaltaba el verde de los pinos en las laderas que se  abrazaban en el fondo formando una gran V donde se encajaba el blanco del pueblo, ya estábamos muy cerca de él pero nos faltaba visitar a la Virgencita y entre las varias opciones que había para llegar a ella escogimos la más pintoresca, un estrecho sendero al pie de un muro de hormigón que al final no tenía no ninguna ermita aunque si estábamos cerca de ella y si encontramos por fin a la Virgen de los Dolores con su carita triste y su manto negro, sosteniendo a su hijo que expiraba en la cruz.
Subimos a los coches y nos fuimos en busca de un café cuando el día ya moría en una sinfonía de colores y un sereno fulgor. Como en los mejores tiempos, los valientes andakanos disfrutamos de un día de esplendor.

* Aprovecho esta ocasión para dar las gracias una vez más al grupo y a cada uno en particular por la entrañable sorpresa que recibí el día de mi 80 cumpleaños.
Que el vínculo de amistad que hemos creado paso a paso, día a día, camino a camino perdure para siempre porque esas vivencias Irán con nosotros a la Eternidad. Gracias.
Fdo: Blanca
Andakana Mayor 

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Inicio de curso 21 al 23 de octubre de 2016.

El viernes 21 de octubre, con cielo otoñal blanco y brumoso, 16 andakanos nos dirigimos hacia Fregenal de la Sierra para abrir el nuevo curso de senderismo en ese entorno singular de la baja Extremadura. Nada más llegar dejamos los coches en la puerta del hotel “Cristina” que sería nuestra casa por dos días y emprendimos el sendero circular del arroyo del Gitano, la primera parte del trayecto fue algo monótona por una pista de tierra, pero pronto entramos en un sendero estrecho entre alcornoques y encinas que se abrazaban en sus copas. Las dehesas se suceden unas a otras acotadas por vayas y cancelas, en unas corrían resoplones los cerdos de la montanera, en otras las vacas pacían a sus anchas mirándonos con descaro.
En un rincón encontramos unas piedras que nos sirvieron para apoyo y descanso, comimos y seguimos andando, y una de las cancelas de las fincas nos cortó el paso nos preparamos para el asalto y uno tras otro la fuimos saltando, las damas ayudadas por algún empujoncito caballeresco en la parte trasera, lo hicimos también como antaño.
En otra de las fincas las reses se pusieron nerviosas y que rían asustarnos con sus carreras y embestidas pero con mucha disciplina las dejamos plantadas.
Cenamos en el hotel y nos retiramos pronto, por la noche la tierra recibió con júbilo las primeras aguas de otoño.

El sábado, salimos desde el mismo hotel hacia Higuera la Real, el cielo estaba precioso con nubes grises y alguna ventana azul, la tierra agradecida dejaba escapar sutiles aromas, en el horizonte los olivos lucían sus copas aterciopelas, todo estaba en paz y silencio, llegamos a Higuera  donde un chico de Turismo nos enseñó lo más emblemático del pueblo, la iglesia de Santa Catalina con unas tablas de Luis de Morales y poco más, en el paseo del Cristo nos paramos frente a la fachada de la iglesia Jesuítica de San Bartolomé donde se encuentra el Cristo de la Humildad patrón del pueblo. En el claustro austero del colegio de los Jesuitas, se encuentran unas instalaciones modernas y didácticas que muestran la vida del cerdo ibérico criado en montanera, interesante visita pero sin cata del producto final, así que para no sentirnos frustrados nos fuimos al mesón “El Espejo” donde degustamos como aperitivo unas buenas raciones de jamón, siguió una comida bien regada con vinos de la tierra y una vez satisfechos regresamos al hotel donde nos dispersamos hasta la cena.

El domingo a las 10,15 horas estábamos en la plaza de la Constitución, antiguamente llamada paseo de la “perrunilla”, para la visita guiada al pueblo.
La guía nos explicó las generalidades del pueblo y empezamos la visita por la iglesia de Santa María, inserta en el castillo templario, así como la casa parroquial neogótica y la plaza de abastos, continuamos recorriendo algunas calles, parándonos en las fachadas de las casas nobles, conventos y fuentes, merece especial mención la iglesia de Santa Ana por el magnífico retablo atribuido a un artista flamenco. El antiguo convento de los Franciscanos y su iglesia han sido restaurados con mucho acierto para uso del pueblo, nos quedaba por ver el interior del castillo templario con sus torres coronadas por dos campanarios y la magnífica plaza de toros aún en uso.
Haciendo uso hasta la comida el grupo se fue a visitar el santuario de la Virgen de los Remedios patrona de la ciudad desde 1506, anexo se encuentra la sala de hijos ilustres y el ajuar de la virgen.

Cuatro miembros del grupo nos volvimos a Sevilla sin subir al santuario, contentos del reencuentro y agradecidos por el tiempo que nos acompañó, casi sin mojarnos, quedó inaugurado el nuevo curso de los andakanos. Nos vemos pronto.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor