jueves, 25 de marzo de 2010

Grazalema a la cueva de las dos puertas. 13-3-2010

Las circunstancias meteorológicas han tenido a los Andakanos lejos de los senderos por una temporada. Por eso este sábado, 13 de marzo, fue un reencuentro especialmente gozoso, aumentado por la aparición de dos antiguos andarines que nos sorprendió gratamente. Eran Pedro y Fernando, esos dos “niños sabios” que andan por los caminos arrancándoles confidencias a piedras y plantas.
Nos fuimos en busca de la cueva de las dos puertas en la sierra de Grazalema. Saludamos con alegría el paisaje transformado por la abundante lluvia y la cercanía de la primavera; los verdes eran más puros, las lagunas formadas en los campos servían de espejo a los árboles y casas, la silueta de la sierra aparecía detrás de una neblina transparente que te hacía sentir esa realidad oculta de un mundo nuevo que nace cada día.
Dejamos los coches en Grazalema y nos fuimos en busca del sendero, que primero nos llevó al “Santo”, un monumento moderno y feo coronado por un Sagrado Corazón, estilo Río, al que el pueblo llama “El Santo”, la naturaleza eso si se ocupó de prestar una hermosa peana de piedra caliza en forma de montículo sobre la cual agruparon unos bloques en forma de torre. La siguiente parada fue en la Ermita del Calvario, lo que queda de ella son cuatro paredes y un campanario, la guerra civil se encargó de destruir esa obra sencilla del siglo XVII donde culminaba un Vía Crucis que partía desde la iglesia del pueblo, su silueta desvalida se divisa desde el pueblo en medio de un bosquecillo de pinos, recordando a los creyentes que entre la tierra y el cielo está el camino del Calvario, que cada uno debe recorrer en la vida para llegar a la plenitud.
Reconfortados por el sol y el descanso en la ermita, emprendimos esta vez en serio el camino hacia la cueva, al principio teníamos algunas señales que indicaban vagamente el sendero, pero pronto nos encontramos desperdigados en un pedregal de caliza con múltiples oquedades en las cuales se hundían nuestros bastones. Nuestro guía, subía y bajaba buscando el sendero perdido, y no sé si fue el GPS o su buen instinto terminó por encontrarlo, aunque siguió siendo un sendero dificultoso hasta llegar a la cima, unos 1235 metros sobre el nivel del mar.
Una vez en la cumbre y después de caminar un buen rato por la cresta, fuimos rodeando por la cara noroeste hasta encontrar la cueva, que más que una cueva parecía un puente ya que sus dos puertas son casi iguales de amplias, la puerta interior sirve de marco a un cuadro tan real como es el pueblo de Grazalema acurrucado en el valle y protegido por su sierra. Fue un hermoso premio el sentir como el aire fresco y puro nos abría el corazón y la mente, dilatándose en un horizonte donde la inmensidad no parece tener limites; y también fue un premio después del esfuerzo degustar nuestro bocadillo al respaldo del viento en un lateral de la cueva. Algunos tenían prisa por volver a Sevilla, así que descendimos todos, además allí arriba corría fresquillo. Nos despedimos de la mitad del grupo, y los cinco restantes nos fuimos a buscar no cuevas sino pasteles para acompañar un café calentito. Fue estupendo compartir un rato “dulcemente” amigable después del esfuerzo. Al salir de Grazalema ya con la luz mágica del atardecer alguien dijo, “hoy no vemos ponerse el sol” con tanta sierra, y así lo aceptamos, pero el sol es amigo de su amigos y a la vuelta de una curva allí estaba crecido y ataviado con su magnifico traje rojo oriental, fue un hola y adiós, pero tan intensos que su belleza persistió en nuestra retina hasta que su luz dio paso a las estrellas, y para entonces ya estábamos en Sevilla. Gracias a Dios, a la vida, y a la naturaleza, por tan hermoso día, y gracias a nosotros todos por saber compartir el valor de la amistad.

Texto fdo.: Blanca. Foto: Cueva de las dos puertas. Justo