En el cielo de un atardeces otoñal lleno de matices, se
dibujaba la silueta del campanario de una blanca ermita, desde el jardín que la
circunda se oían voces de una salve que saludaban a la madre universal, erguida
en sus andas con su cara morena y su cuerpo envuelto en una saya negra pronta a
bajar al pueblo para llorar con el por sus hijos muertos. Era la Virgen Nuestra
Sra. de Robledo y las voces eran de los 13 andakanos que habíamos terminado la
tarde en ese hermoso lugar después de haber disfrutado de un precioso día de
cielos y paisajes cambiantes en la sierra Norte de Sevilla, repitiendo el
sendero que hacía 15 años habíamos hecho casi en la misma fecha.
Fue una ruta circular que parte de Constantina y atraviesa
bosques de castaños asilvestrados, que ya habían alfombrado el sendero con sus
hojas y frutos. Al salir del bosque de castaños nos sorprendió una vista
dilatada de la sierra donde el sol había abierto una brecha en la nubes para
mostrarnos la silueta luminosa de la sierra en el horizonte, y más adelante nos
sorprendió una cascada de colores rojizos que una parra silvestre había formado
encerrando en su abrazo piedras, cables y árboles, algunas niñas del grupo
quisimos sentir ese abrazo y ahí está la foto para la posteridad.
Al final del sendero subimos al castillo de Constantina, o
lo que queda de él, que se reduce a un muro roto de la plaza de armas y dos
paredes semi derruidas, pero que el pueblo no quiere perder ya que forma parte
de la “Banda Gallega”, denominada así porque esa zona se repobló con gallegos y
leoneses tras la expulsión de los musulmanes.
Y para “cambiar de tercio” nos fuimos al restaurante así
llamado para degustar variados y ricos platos.
Desde allí nos fuimos a la ermita de Nuestra Señora de
Robledo, patrona del pueblo, y con la energía que emana de aquel lugar nos
despedimos hasta el próximo encuentro que será muy pronto.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor