El sol había coronado de luz las copas de los árboles,
palmeras y torres del parque de María Luisa, cuando 11 andakanos dejamos
Sevilla camino de Cortegana en los Picos de Aroche, donde nos esperaba Paquita
y Juan para hacer el sendero marcado.
Dejamos los coches en la parte baja del pueblo, y con
entusiasmo y aire fresco buscamos el centro, donde encontramos la fuente
adornada con pensamientos multicolores, y allí nos hicimos la foto de salida.
Subimos por la calle principal y nos llamó la atención la
alfombrilla de mosaicos en las aceras delante de cada casa, imaginamos que los
dibujos tenían relación con los habitantes de estas, el relojero, el jurista,
el ganadero, etc., etc.,contemplando esta singularidad del pueblo nos encontramos
ya en el camino circular que haríamos por la rivera del río Chanza, al
principio era una pista ancha y polvorienta que atravesaba pequeñas fincas con
sus huertas, sus perros, gallinas, cabras y aperos de labranza, vestigios de un
pasado todavía presente en los pueblos serranos.
La sequía se hacía visible en el paisaje, alcornoques y
encinas polvorientas y ese aspecto tristón de los matorrales. Unos potrillos
por aquí, un rebaño de cabras con sus crías saltarinas por allá, los cerdos
diseminados por las dehesas y algunos corderos en los pardos, acompañaron
nuestro relajado paseo hasta que llegamos al río, que bajaba pobre y oscuro por
un lecho de pedruscos grises. Nos acercamos al molino de aceite Navalrayo, que
estuvo activo hasta los años 70, hoy no es más que un montón de ruinas
dispersas por un área bastante extensa, se conserva una pared que más que de un
molino parece de una fortaleza y también varias columnas redondas y una torre
de 3 pisos que los entendidos dicen que es donde provocaban el salto del agua
para hacer funcionar el ingenio.
Parece mentira que solo 50 años atrás aquellos funcionara,
de regreso a la pista y tras una subida suave pronto dimos vista al pueblo,
llegamos por la parte oriental donde se encuentra el origen del río Chanza, con
su fuente, su lavadero público y sus abrevadero para l ganado, allí nos
sentamos los primeros en llegar para esperar al grupo y decidir donde comer,
Juan fue a informarse y le dijeron que lo mejor era en la “Brasería” junto a la
iglesia, una mastodóntica construcción gótico mudéjar de los siglos XIV a XVI,
sin encanto, pero que tiene cantidad de agujeros en su torre que hoy aprovechan
los pájaros para anidar. “La Brasería” fue en tiempos pasados “Cine Martín” y
todo en su interior alude a ello, fotos de artistas, carteles de cine y hasta
una proyección constante de películas antiguas.
Comer , no es que se coma de cine, pero tuvimos suerte con
que nos atendieran sin previa reserva, lo único bueno y abundante fueron los
postres, así que también comidos y bebidos, teníamos que andar un poco antes de
coger el volante, subimos al castillo que lucía altivo rodeado de nubes blancas
y grises con jirones de azul. Una vez arriba saludamos a la Virgen de la Piedad
con su niño serrano y su coro de Ángeles dispersos por las paredes y techos de
la ermita.
Desde los miradores, las casas blancas del pueblo y la
serranía dilatándose en matices de azul hasta perderse en un horizonte lejano
donde solo persiste lo invisible.
Despedida y vuelta a casa, gracias a Dios y a la vida, por
otro día hermoso amistoso y feliz.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor