En el origen de los tiempos los hombres adoraban al sol como
a un dios, en esa creencia se injertó nuestra Navidad, y ese sol del origen que
aparece cada mañana en el horizonte, saludó a los andakanos en la gasolinera de
Camas, donde nos habíamos dado cita para dirigirnos a la sierra y celebrar un
año más la fiesta de la luz que es la Navidad.
La niebla matinal que nos envolvió en la magia de un paisaje
primigenio, donde las cimas de las sierras y las copas de los árboles se
escapan del mar de nubes para besar al sol, fue el segundo regalo del día para
algunos privilegiados, que un despiste los llevó hasta El Ronquillo y al
retomar al buen camino nos sorprendió ese espectáculo.
Después de desayunar en “El Juanito” nos encaminamos a El
Castaño de Robledo donde dejamos los coches para iniciar la ruta, esta sería
circular en torno al Cerro del Castaño. El día era luminoso y sereno, la sierra
lucía su mejor traje de colores otoñales y la luz que se filtraba por los
árboles nos dejaban ver las últimas hojas que seguían su viaje empujadas por el
viento, hasta caer en el sitio adecuado para tejer esa alfombra que se extendía
a nuestros pies.
En un punto del sendero había un camino que subía hasta la
cumbre del cerro de 970
metros, los más atrevidos llegamos hasta ella,
disfrutando esos paisajes serranos tantas veces admirados y siempre nuevos,
porque nuevos son los momentos en que los vivimos.
Los retrasados en Jabuguillo por problemas de fontanería, ya
habían llegado cuando bajamos, y el grupo al completo seguimos hasta la plaza
del pueblo, donde nos sorprendió los adornos navideños hechos de ganchillo por
las mujeres de la población, que adornaban los árboles. Comimos nuestros
bocadillos sentados en la plaza con una cervecita fresca del bar vecino,
contemplando los originales adornos, hasta que el sol bajó y el frío húmedo nos
hizo levantar el vuelo hacia la Posada de Valdezufre donde teníamos el
alojamiento.
A las nueve la cena, allí estábamos un año más ataviados
para celebrar una fiesta de amistad, los presentes y los ausentes también en el
recuerdo, brindis, foto de felicitación del andakano guía, con la sutil
impronta de Encarnita que esta vez nos trae esas sencillas flores violetas que
nacen entre las piedras de la sierra de Cazorla.
La andakana Mayor entregó el premio a los mejores
senderistas, a la pareja Mercedes y José Francisco que han traído al grupo la
savia nueva de un amor maduro pero joven por su entusiasmo.
La queimada con sus conjuros tuvo su espacio de tinieblas,
pero este año habíamos asustado a los fantasmas, así que no acudieron, cerramos
la cena con el repertorio de villancicos, donde el andakano de la batuta sabe
sacar a flote nuestra alma infantil. Con las coplas y los requiebros de
nuestras mejores voces cerramos la noche de amistad compartida.
Por unanimidad la mañana del lunes sería no de senderos,
sino de paseos culturales, disfrutando desde los coches del colorido de la
sierra, nos fuimos del tirón hasta el castillo de Cortegana que se señorea coqueto,
contemplando el pueblo derramado a sus pies gozando de esos paisajes y del sol
de la mañana con su calido abrazo. La segunda parada cultural fue en Almonaster
la Real que para algunos que no la conocían fue una sorpresa, por su encanto
paisajístico, por su riqueza cultural y el entusiasmo de su gente en el
engalanar la Navidad con el trabajo de ganchillo de sus mujeres, como en el
Castaño pero más originales aún, hasta las papeleras tenían su bufanda de
ganchillo con motivos navideños. Subimos a la mezquita con la preciosa vista de
las casas blancas rodeando la iglesia, los cerros circundantes y las nubes
blancas flotando en lo azul. Abajo entramos en la iglesia que a pesar de estar
encalada conserva sus trazos góticos, pero lo más destacable es su fachada
principal con un pórtico manuelino labrado en piedra gris muy bien restaurado.
En el mirador de la mezquita hay un pequeño museo al aire,
es la obra de un artista que recogiendo artilugios de hierro y herramientas del
pasado ha dado forma a unos personajes muy sugestivos con el propósito de
recordarnos que esta época de lo intangible, no hubiera sido posible sin el
trabajo duro, silencioso y olvidado de nuestros antepasados artesanos y
labradores que han hecho posible nuestro hoy.
Comimos en Linares de la Sierra, una comida potente y
serrana, elegida por unanimidad: “papas fritas, huevos y jamón”, los postres
también fueron suculentos, todo nos fue servido en el bar de la plaza, El
Balcón de Linares, ya conocido nuestro.
Al terminar el almuerzo nos despedimos felices de este nuevo
y entrañable encuentro de los Andakanos caminantes.
Quedan menos cimas que subir, pero muchos senderos para
recorrer y amistad para seguir disfrutando de esos senderos y el deseo de que
vivamos todos unas Navidades de Amor, Alegría y Paz.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor