A pesar de encontrarnos en un año de sequía importante, el pasado sendero se suspendió por el paso de una borrasca que afectaba la zona de nuestro sendero, el mismo que hoy acometemos, pero con cierta preocupación pues hemos entrado por una ventana entre lluvias según nos indicaban las previsiones del tiempo, que es una de las consultas más realizadas desde que nos invadieron las nuevas tecnologías.
Cargados de ilusión y alegría aparecimos en el punto de
encuentro de Sevilla y fuimos conscientes de que, esta vez, los Andakanos
estábamos distribuidos por distintos sitios y, en vez de nuestra clásica
caravana rodante de salida, los cuatro coches que partirían para el origen de
nuestra ruta caminante, saldrían desde distintos sitios. Desde Jabuguillo el de
Enrique, donde viajarían con él, María, Paquita y Juan; desde Punta El de
Juana, con ella sola como partícipe (valiente, cual si de la de Arco se
tratara). Desde Sevilla Justo, que recogía a Mercedes y, la primera de las
múltiples alegrías del día, y quizás la mejor, venía con Encarnita que la
habíamos tenido ausente de los senderos desde hace tiempo por temas de salud, y
finalmente el nuestro, donde viajando conmigo estaban, Mari Trini, Lola y Jose.
Cada coche, como si de una misión secreta se tratara, salió
para el punto de aparcamiento muy bien
indicado por Enrique en el desvío hacia Corteconcepción de la carretera hacia
Aracena. Por nuestra parte, mejoramos la primera regla cuando se quiere saber
algo “preguntar al que sabe”, y lo que hicimos fue ponernos detrás del coche de
Justo y seguirlo sin que se alejara (no se nos escapó el detalle de la
conducción controlada por Justo para no perdernos y vigilando la velocidad para
que “nadie” se me maree en el coche –gracias Justo-).
Al poco estábamos todos en nuestro destino rodante y
procedimos a saludarnos con efusión pues cogimos el sendero y nuestro
reencuentro con muchas ganas. Nuestro primer destino, el Nacimiento del Odiel,
pero me sorprendió la distancia, no más de 50 m. del aparcamiento, es decir,
estábamos justo allí. Otro detalle que nos preocupó un poco, es que llegó un
autobús con un grupo de senderistas muy grande y pensamos que la ruta del día
iba a ser una feria por concurrida, pero esperamos un poco y se marcharon
pronto sin que los volviéramos a ver, debieron elegir otro sendero distinto al
nuestro, afortunadamente.
Nos ponemos en marcha, ahora de verdad en lo que a caminar se
refiere, atravesando un pequeño parque con zonas de juegos para niños y
barbacoas para el disfrute de un buen día de campo del que así lo desee y se
abre la primera cancela de nuestro camino que no fueron pocas, cuidando, como siempre, de su pertinente cierre al
final del recuento de los asistentes, en este caso 12.
Entramos en una pradera verde a pesar de la escasez de lluvias
en esta temporada, con árboles preciosos entre los que destacan encinas de
hermosos tamaños, olmos esbeltos que se elevan rectos y orgullosos hacia el
cielo y alcornoques, algunos desnudos de
sus bellos ropajes de corcho, pero sin pérdida de porte y majestuosidad que
quedaron en nuestras retinas y en las siempre dispuestas cámaras de nuestros
fotógrafos –gracias amigos-.
Al poco tiempo, Paquita que se había hecho daño en un pie
decidió volverse acompañada de María y quedamos en verlas a nuestro paso por
Jabuguillo. Un árbol dañado quizás por algún rayo perdido en alguna tormenta,
cortado en rodajas para evitar posibles accidentes, llamó la atención de Juana
y se hicieron bromas sobre que se podría llevar alguna de esas ruedas de madera
en la mochila o tal vez rodando, para su casa.
Las vacas también quisieron poner su nota de color y fuimos
caminando entre ellas a lo largo de las distintas dehesas que fuimos
atravesando, una de ellas, un poco más caprichosa quiso saludar con más cariño
a Justo arrancando unas carreritas hacia él cada vez que le daba la espalda.
Justo le plantó cara y le explicó con contundencia que no podía venirse con
nosotros y por fin se marchó. Otra, en cambio, supuso la nota tierna del
camino, al estar echada junto a su ternero que, probablemente ahíto, descansaba
dormido muy cerca de las ubres de su mamá. El cuadro quedó también
inmortalizado por las hábiles cámaras.
Casi sin darnos cuenta, llegamos a Jabuguillo por su parte
alta e irrumpimos en la calle donde tienen su vivienda Juan y Paquita y,
después de visitar los lavaderos, tuvimos la agradable sorpresa de deleitar
unas degustaciones de jamón, queso y alguna que otra chuchería más como
aceitunas, patatitas fritas, tomate, etc., regado con buena provisión de
cerveza y/o vino, al gusto. Fue tan grato que, antes de despedirnos, alguien, -quizás
fui yo-, insinuó que los próximos senderos deberían ser rutas en estrella donde
el centro fuera Jabuguillo, para ver si con suerte se institucionaliza este
ágape a la mitad del camino. Gracias por vuestra grata invitación queridos
andakanos Juan y Paquita.
Continuamos la ruta hacia Valdezufre con el abandono de Juan
que se quedó en su casa. Comentamos que este sendero nos recordaba un poco la
historia de Ágatha Christie de los diez negritos. Íbamos a ser 14 pero al punto
de salida fallaron 2 y quedaron 12, al caminar, 2 se volvieron y quedaron 10, y
al pasar por Jabuguillo, 1 se quedó y continuaron 9, esperemos que no hayan más
bajas. Triunfadores, irrumpimos en Valdezufre y en Casa Curro, único bar del
lugar, fuimos gratamente sorprendidos con unas tapas excelentes y una atención
y trato exquisito, aunque se empezaba a encapotar el cielo y un aire fresco iba
haciéndose dueño de la calle, por lo que el café y el chocolate de postre que
alguien aportó, nos lo tomamos dentro del local. No quiero dejar de recoger
aquí que el precio fue bastante ajustado, creo que 6 Euros/persona. -Gracias
Enrique por tu siempre buen hacer en estos temas-.
En nuestro peregrinar a través de las múltiples dehesas, nos
encontramos con dos ermitas, una era vieja conocida de otros senderos,
concretamente ese tramo lo habíamos realizado en dirección contraria; la otra,
¿quizás abandonada?, en cualquier caso cerrada, nos llamó la atención tanto
por el sitio en medio de nada en
concreto, sin ningún camino que pareciera dirigirse hacia ella pero en buen
estado de paredes y puerta exterior, con su espadaña, campana y dos cruces en
su tejado; el agua también reclamó su poquito de protagonismo; hizo su
aparición con un discreto chirimiri y en uno de los desvíos del camino, en una
aparente pérdida del mismo que luego comprobamos no fue tal, apretó un poco más
y se convirtió durante un tramo en una tímida lluvia que luego cesó sin pasar a
mayores, pero algunos aprovechamos para calarnos los capotes y/o chubasqueros
que dormían en nuestras respectivas mochilas. Con esta ligera inquietud, de que
la lluvia arreciara o de que nos hubiéramos despistado un poco del camino,
avistamos al fondo los troncos de Juana cual si de la tierra que viera Rodrigo
de Triana se tratara y nos tranquilizamos y gastamos bromas con Juana para que
definitivamente se animara a llevarse a casa alguna de estas “galletitas” de
madera. Al poco, volvimos a abrir la puerta de la cancela primera que
atravesamos, esta vez de salida y como la última del día y ya en los coches nos
despedimos y fuimos volviendo “cada mochuelo a su olivo”, con la satisfacción
de haber hecho un sendero espléndido.
LO MEJOR: CAMINAR JUNTO A VOSOTROS ANDAKANOS.- GRACIAS A
TODOS-.
Juan Manuel Martínez.