Las hojas que nacieron en primavera, preparan sus colores para pintar el otoño. En la isla de La Palma la tierra llora lava, arrancando lagrimas a sus habitantes. El covid 19 anda escondido por los rincones quien sabe con que intenciones. Y los Andakanos nos vamos a estrenar curso a la sierra de Cádiz.
En la gasolinera de siempre nos
dimos cita los 11 participantes y después de un cálido reencuentro nos dirigimos
a Ubrique. Aparcar la Mejorana en un pueblo a tope de coches fue complicado,
pero por fin comenzamos a andar por la Calzada que hace más de dos mil años
construyeron los Romanos para unir Ubrique con Benaocaz, algunos tramos están bastante
deteriorados, pro en otros se aprecian bien los canalones y alcantarillas para
recoger el agua de la lluvia.
Subimos despacio, no por la
dificultad del camino sino para contemplar la belleza del paisaje, donde los
gigantes de piedra cambiaban de color según que luz o sombra los cubría. Llegados
a Benaocaz nos dimos un paseo por sus calles empinadas con sus casas encaladas
y sus rincones con encanto, frente al ayuntamiento con sus arcos abiertos a la
plaza nos tomamos un café y convenimos que la vuelta no la haríamos andando,
los hombres se fueron en taxi para buscar los coches y las mujeres a pasear el
pueblo.
Ya entrada la tarde nos fuimos para
el hotel Sierra de Ubrique, a las afueras del pueblo rodeado de paredes de
piedra donde se reflejaba la luz del ocaso. Nos reunimos en el patio/jardín para
tomar una cervecita y contarnos historias antes de la cena que disfrutamos más
tarde en el interior.
El domingo 24 después del desayuno
nos fuimos a callejear el pueblo de Ubrique, la calle principal nos llevó al
ayuntamiento e iglesia emplazados en una bonita plaza, seguimos caminando
apreciando bonitos rincones y casas hasta encontramos con un edificio que nos
llamó la atención por su gran arco de entrada, era una antigua iglesia, hoy el
centro de interpretación de los restos arqueológicos y ajuares encontrados en los yacimientos
romanos de la ciudad romana de Ocuri que más tarde visitaríamos. Un joven
lugareño nos explicó la historia del edificio y su contenido con maestría,
sencillez y amabilidad, quedamos encantados.
A las 12 teníamos la cita para
visitar el yacimiento ya mencionado, allí nos esperaban María y Enrique que se
unieron al grupo. Nos acompañó en la visita Isabel, también ubriqueña que hace
su trabajo con especial cariño y entusiasmo, haciendo la subida amena y menos
ardua , pues teníamos que subir hasta la cima de la montaña donde está la
ciudad, antes pasamos por la necrópolis, esparcidas las tumbas entre piedras y malezas, más arriba
encontramos restos de viviendas el panteón muy bien conservado con su bóveda de
medio cañón y sus hornacinas para las cenizas y dioses, ya casi arriba la
muralla ciclópea que da entrada al foro,
los baños, tabernas y otros lugares comunes, entre tanta piedra el campesino
que encontró el yacimiento, en el siglo XVIII, Juan ……., se construyo su casa
que hoy forma parte del conjunto. Casi en la puerta de su casa se encuentra el
acebuche centenario con su tronco retorcido contemplando desde su silencio el
paso del tiempo y las civilizaciones. Por todas partes de la montaña se
encuentran las cabras Payoyas confundidas con las piedras rumiando despacio las
hierbas para que sus quesos sepan sabrosos.
En el mismo recinto y debajo de
un hermoso olmo con vistas a los gigantes grises y al cielo azul con pinceladas
blancas, comimos a gusto servidos con simpatía por una familia encantadora.
Antes de la caída del sol
emprendimos el regreso, agradecidos por seguir vivos y tener un grupo tan estupendo
con quien poder compartir momentos de amistad y contemplar juntos esos paisajes
abiertos que ensanchan el espíritu.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor.