El sábado 23 de enero de 2021, diez andakanos dejaban Sevilla bajo un manto de niebla cubriendo su desaliento y confusión, para encontrarse de nuevo con la amistad y la naturaleza.
Nos dirigimos al Castillo de las
Guardas, donde se nos unieron Encarnita y Justo, y los 12 emprendimos una ruta
circular que fue muy hermosa y variada, primero ascendimos por un paisaje
abrupto muy pedregoso, desde donde se veía entre los claros del bosque
encantadoras vistas del pueblo derramado ladera abajo, coronado por su
castillo. Entre las nubes blancas y grises que se paseaban por el azul apareció
una bola gorda y blanca, era el radar meteorológico que manda a los móviles la hora
exacta cuando caerá la lluvia, y otras misceláneas, a la que los modernos son
tan adictos. Llegamos a una hermosa dehesa con bellas encinas que extendían sus
brazos centenarios con gracia andaluza, y donde las vacas con miradas
bobaliconas se preguntaban que vicho les había picado a esa docena de humanos,
después bajamos a un bosque mediterráneo donde las jaras, los arrayanes, los
cantuesos y otras especies olorosas fabrican en silencio sus perfumes, mientras
el romero nos alegraba con sus humildes florecillas azul pálido, aquel sitio
tan bucólico nos pareció apropiado para un piscolabis, aparecieron las botas de
vino, los frutos secos y algún que otro queso que nos supieron a gloria. Un
poco más lejos nos sorprendió el pequeño embalse de las minas del Castillo con
reflejos mercuriales y un poco más adelante las ruinas de la antigua estación
del ramal del ferrocarril que aprovechaba el paso del que venía de Río Tinto transportando
para llevarlos al puerto, allí había un ingenio curioso donde le daban la
vuelta a la locomotora del tren, nos pareció un sitio bonito para el picnic,
consumidos los mini o maxi bocadillos, postres y chuches, apareció otro grupo
de senderistas con mucho “empaque” con los que intercambiamos impresiones, uno
de ellos dijo llevar en su mochila un remedio para conservar el corazón en
forma, las andakanas mayores echaron un trago de un licor sacado del tonel del
propio Baco.
Subimos hacia el pequeño pueblo
de las Minas del Castillo para hacernos una foto ante las ruinas de la capilla
donde los antiguos mineros y sus mujeres dejaron suspiros y plegarias a los
pies de la Virgen.
El agua que el radar daba para
las 4 se adelantó y con un cielo ya cubierto empezó a caer en pequeñas gotas
cubriendo la sierra de misterio y embrujo, y con ese ambiente que lleva al
ensimismamiento regresamos a los coches y a nuestras casitas con la incógnita
de cuando las circunstancias nos proporcionaran un nuevo reencuentro, hasta
entonces cuidaros y no perder la serenidad. Solo Dios es eterno.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor