jueves, 23 de junio de 2022

Fin de curso 2022. Sierra de la Estrella, Portugal. 12 al 18 de junio

Un año más los amigos andakanos cerramos el curso con ilusión, en los días del 12 al 18 de junio, el lugar escogido ha sido la sierra de la Estrella en el vecino Portugal.

Dejamos Sevilla con calor, aunque solo fue un preludio de lo que vino después. En la gasolinera de “las cuartillas”, la mejorana con Encarnita, Justo, Mercedes, Juana y Blanca, nos encontramos con el único coche que nos seguiría ese día, con Loli, Miguel, Conchi y Damián. Los 9 emprendimos la marcha hacia la vía de la plata, acompañados por campos de girasoles en el primer tramo, para seguir luego con onduladas dehesas de encinas y más tarde con viñedos extremeños. En Almendralejo hicimos la primera parada para café y estiramientos, y ya en la provincia de Cáceres otra para la visita cultural al pueblo de Coria, con su bonita catedral del siglo XIV, gótica, pero sin columnas de soporte que es lo que la hace especial, está dedicada a la Virgen en su Ascensión Gloriosa. Actualmente tiene en su recinto una exposición interesante “Vestigium” con el tema de la Sabana Santa (Sindone de Turín), ya que la catedral tiene una copia allí expuesta y toda la información científica complementaria, además se encuentra también expuesto el mantel de la última y Sagrada Cena, original que un obispo de Coria se trajo de Roma junto a otras sagradas reliquias también expuestas. Después de esa visita al pasado volvimos al presente cada vez más caluroso hasta encontrar una sombra que nos acogiera para reponer energías, gracias a la Mejorana que nos ofreció cerveza fresquita y al buen café que nos preparó Justo salvamos con buen humor el rato de relax. Seguimos buscando la “Estrella” entrando en Portugal por Ponte Segura, donde también hacía calor, tela. A pesar de la sierra donde derramando sus casas por las laderas de las colinas encontramos el pueblecito de Manteigas, a unos 4 kms hacia abajo encontramos la Quinta de Leandres donde teníamos reservada nuestra estancia por unos días. Una agradable piscina nos dio la bienvenida y cada uno recibió su llave y su cama, algunos un armario, y otros solo unas perchas, aunque todo limpio y atendidos con agrado. A las 20 horas portuguesa nos fuimos a cenar a un restaurante “cutre” que nos costó encontrar por estar alejado del centro. Al salir una luna casi llena nos saludó y pasamos un rato agradable con ella, su luz nos acompañó hasta nuestras camas que cogimos con placer.

Día 13, San Antonio.

Desayunamos a las 8 horas y salimos hacia las cumbres de la Estrella con paisajes bellísimos de colores tan variados que ni las paletas de todos los impresionistas juntos podrían imitar, y que la naturaleza nos regala generosamente para disfrute de todos.

Nuestros senderos se iban a desarrollar en torno al valle glacial del río Zézere, que hoy está ocupado por cultivos varios y caseríos humanos, pero las paredes que sostenían el hielo quedan ahí, armazón de paisajes singulares donde las piedras gigantes susurran los ecos de otras épocas como libros vivientes para aquellos que se dignan abrirlos con respeto e ilusión. El sendero de este día recorría un bosque de hayas con luz danzando entre sus hojas y sus ramas formando un dosel de sombra allá en la altura para poder caminar y disfrutar a pesar del calor. También había una parte donde el bosque estaba formado por grandes abetos de troncos recios y derechos de gran altura donde sus copas se perdían en el azul.

Llegamos al punto geodésico con diferentes vistas de los valles vecinos, trago de vino y frutos secos para contemplar los paisajes con mejor visión. Bajamos bajo la sombra protectora de abetos y hayas hasta los coches. Una vez más la empresa “mejorana” nos ofreció cerveza fresca que nos supo a gloria. Regresamos al pueblo para hacer compras. A las 20 horas cena en el bonito restaurante de Serradalto con vistas a la sierra.

Después de cenar nos dimos un paseo a la luz de la luna, subimos hasta la iglesia de la Misericordia y nos acercamos a un palacete que nos recordó el pabellón de Portugal en Sevilla, el pueblo estaba silencioso o dormido y a dormir nos fuimos también nosotros

Día 14

Nos fuimos con los coches al lado opuesto del glaciar, en una zona donde las morrenas glaciares dejaron piedras gigantes redondeadas y lisas y cubiertas algunas con tapices de musgo y líquenes de variados colores. Estas piedras son llamadas “los poyetes blancos” pues cuando las primeras nieves cubren de blanco las piedras los lugareños dicen: ya está aquí el invierno porque “los poios están brancos”. El camino circular nos llevó a miles y millones de años atrás atrapados en granito de formas pintorescas y muy originales, en una zona el paisaje nos recordó el Torcal de Antequera. El suelo estaba completamente alfombrado de matorral bajo en flor, con colores amarillos, violetas, rosas e infinidad de verdes, tan hermoso que era difícil captarlo en fotos por mucha resolución que tengan las cámaras modernas. Seguimos caminando por la alfombra floral, buscando un hueco para posar los pies y así se nos pasaron 4 horas, pasando por el punto geodésico al que no pudimos acceder por no encontrar el camino. Terminado el sendero no encontramos una mala sombra que nos cobijara y bajamos hasta un bosquecillo de abetos que, si nos dio sombra, pero también tantas moscas que no pudimos descansar. Camino de vuelta nos paramos en un rincón natural pero turístico llamado el Pozo del Infierno por sus aguas oscuras, una cascada escasa bajaba por una pequeña garganta formando pozas donde algunos toman su baño, había poca agua y poco encanto. Llegamos a casa con el tiempo justo para tomar una ducha y saludar a los 4 andakanos que se unían al grupo, Mari Trini, Juan Manuel, María y Enrique, y ya los 13 nos fuimos a cenar en el restaurante “A Cascata”, también con vistas a la sierra. Fin de una jornada feliz.

Día 15: Tocaba día cultural en el ecuador del periplo.

Nos fuimos hasta el pueblecito de Gouveia en el valle de la Almouraina donde el terreno es mucho más abrupto y poco grato por la calima que teníamos encima. Visitamos la iglesia de San Pedro en la plaza principal del pueblo, iglesia sencilla con su fachada cubierta de azulejos blancos y azules. En el lateral de la plaza otra iglesia con azulejos, sede de alguna hermandad local, en la misma plaza asistimos a una danza tipo indú ejecutada con gracia por un grupo de jóvenes locales, pasamos un ratito agradable sentados al fresco. Nos fuimos a otro pueblo, Folgosinho, donde las casas de granito y sus fuentes y muros adornados con versos escritos en cerámica de color, lo hacía algo más especial, así como su iglesia de San Faustino, con el santo plantado de brazos caídos y cara de bueno. Pero lo más original del pueblo es el castillete mirador de Viriato que corona una pequeña colina de mármol blanco y rosado, con su torre del reloj viendo pasar el tiempo.

Bajamos a l pueblo de linhares para comer, pero el único bar restaurante estaba cerrado, así que nos fuimos a otro pueblecito donde una simpática mujer nos acogió con alegría y nos preparó un menú sencillo y sabroso que apreciamos mucho, la poca ventilación del local no nos causó molestia, pues las paredes de piedra, los buenos postres caseros, y el agrado y simpatía de la señora mesonera suplieron la incomodidad. El resto de la tarde lo pasamos en la playa fluvial del río Mondego, algunos con los pies en el agua de un canalito a la sombra de los tilos, y otros con baño de cuerpo entero en el río. La cena esta noche la hicimos en el alojamiento con las viandas que previamente se habían comprado.

Jueves 16. Corpus Cristi en Sevilla con alfombras de juncia y romero, y para los sevillanos en la sierra de la Estrella cuerpos al monte, esta vez en otra zona del glacial Zézere de formaciones graníticas diferentes, formando picos de sierra muy afilados. Al sendero de los Cántaros se accede por un ascenso de escalones de piedras muy pronunciado y algunos quedamos en el primer tramo. El camino, aunque señalizado era más bien intuitivo y sin el gps y sobre todo la pericia de Justo puesta a prueba el macizo rocoso con la laguna de los cántaros no la habrían encontrado. Las vistas maravillosas del valle estaban cubiertas de calima y no pudieron disfrutarse mucho.

Loli y Blanca se quedaron en el hermoso parque natural en donde comenzaba el sendero, había en el parque cómodos merenderos con barbacoas con techos a 4 aguas muy pintorescos y cómodos, el río Zézere que atraviesa el parque llevaba poca agua, cosa que extrañaba mucho a los lugareños que llegaron con sus meriendas a pasar el día festivo en familia.

Llegó una tormenta con rayos, truenos y agua y los que estaban comiendo recogieron bártulos y se refugiaron con nosotras en el chiringuito de las bebidas. Desde un claro del bosque vimos bajar a los andakanos exhaustos por la dificultad del sendero y el calor intenso, el Andakano guía con fiebre y mareos hizo la bajada guiada por un Ángel protector que lo trajo con cara de “muerto” al bosque de abedules. Allí una vez más la empresa Mejorana salvó la situación con cerveza fresca. Ya repuestos nos fuimos a visitar otras maravillas de la sierra, la primera fue la Covão de Boi donde en un macizo rocoso de forma semi circular un artista local, allá por los años 40 del siglo pasado, esculpió una preciosa imagen de la Virgen que llamó de la Estrella, que protege bajo su manto a los pastorcillos.  Seguimos subiendo con los coches hasta el pico “La Torre”, el punto más alto de Portugal continental, donde se encuentra la estación de esquí con todas sus instalaciones y parafernalia de esos lugares de recreo y ocio.

Teníamos pensado ir hasta el pueblo de Govilha, donde María y Enrique estuvieron por la mañana, para ver su bonita iglesia revestida de azulejos de finales del siglo XIX, pero el tiempo no dio para más y nos volvimos a Manteigas para descansar antes de salir para la cena otra vez en el restaurante A Cascata.

Viernes 17 Último sendero programado, que prometía ser espectacular y así fue, pues se trataba de encontrar en sendero de madera acoplado a la salvaje garganta del río Mondego, después de haber sido embalsado a su paso por la estación hidroeléctrica, es un proyecto más amplio del que solo hay realizado el tramo más difícil pero muy seguro, con una bajada de miles de escalones, ajustados a las rocas, el desvío que va a una cascada paradisiaca, tiene 114 escalones, el total nadie los contó. El conjunto parecía una obra más bien china que portuguesa, por el que íbamos muy cómodos, pero en un punto se acabó la pasarela de madera que siguió por un sendero de tierra que nos llevó hasta un pequeño pueblo con una terraza sombreada de una ventita de paso muy atractiva, allí nos sentamos agotados por el calor hasta reanimarnos con cerveza fresca. Viendo la pinta que tenía el presinal, los conductores más jóvenes tuvieron la generosa iniciativa de hacer ellos la subida de las escaleras a pleno sol y venir con los coches al pueblecito, donde terminamos comiendo bebiendo y descansando hasta las 5 de la tarde. Por fin dejamos el acogedor chiringuito regentado por dos hermanos que nos atendieron con silenciosa amabilidad. Ya en Manteigas hicimos compras en el super para la cena en casa, ensaladas, frutas y yogures, y con el recuerdo gustamos las poleas de Loli que han cerrado tantos días de convivencia en el pasado. Encarnita que se sentía mal apareció en la cena con mascarilla, había dado positivo en el test, que fueron a buscar a la farmacia, Justo que no se hizo el test también sería positivo pues había estado muy malito el día los Cántaros.

Día 18. Después del desayuno regreso a casa, el personal de la mejorana seguido por el coche de Miguel, desistimos de la visita cultural a Guarda que Enrique había preparado como suplemento y que prometía ser interesante, pusimos rumbo a España y el coche de Enrique y compañía optó por la visita y se fueron para Guarda.

Los dos coches camino de frontera hicimos paradas para descanso y café, una de ellas ya en la provincia de Cáceres para visitar el monasterio Franciscano más pequeño de España, el monasterio de El Palancar, pero como no abrían hasta las 16,30 horas, nos paseamos por el silencioso jardín y comimos en un parquecito de las inmediaciones y seguimos camino. En el Cruce de las Herrerías tomamos café y helados y por fin apareció en el horizonte Sevilla.

Como la vida es cambiante, este fin de curso también ha sido diferente en algunos aspectos, sobre todo nos ha afectado el calor tan inesperado que no contábamos que afectara a la sierra de la buena Estrella portuguesa, pero lo esencial no cambia, y es la amistad que unifica a un grupo de personalidades tan diversas y que se mantiene unido hace ya algunos añitos. Gracias a Dios que nos ha permitido un año más disfrutar de este fin de curso 2022.

Feliz Verano a todos.

Fdo.: Blanca

Andakana Mayor.