Mientras media España yace bajo un manto de nieve, como hace
años que no sucedía, en el sur tenemos sol, y en esta salida los andakanos nos
fuimos a disfrutar de él a un rincón muy especial, no lejos de Sevilla.
Nos juntamos 16 en el punto de encuentro y nos dirigimos
hacia los pueblos ribereños del Guadalquivir, hasta La Puebla del Río, donde
paramos para desayunar en el “Rincón del Furry”, conocido por los ciclistas del
grupo. Seguimos por una carreterita entre pinares donde empezamos a ver en sus
copas parejas de cigüeñas preparando los nidos, hasta que llegamos a una
cancela de hierro que da paso a la “Dehesa de Abajo”, un lugar idílico para las
aves y para los que tienen la suerte de visitarlo como nosotros. Dejamos los
coches y empezamos a caminar por un sendero que rodea el parque, que aunque
tiene zonas concertadas con privados, que traen allí a pastar sus ganados, la
propiedad del parque de 800
hectáreas es pública.
El terreno aunque siempre llano tiene aspectos muy variados,
primero nos llamaron la atención los verdes prados llenos de gamonitas, algunas
ya con sus varitas en flor, y tan espesas que parecían plantadas adrede. Salpicados
por los prados los viejos acebuches, ancestros de nuestros preciados olivares,
encontramos un mirador de madera que se asomaba a un circo de paredes
erosionadas, donde los coloridos abejarucos hacen sus nidos en primavera.
Seguimos camino y nos sorprendió, además de los coloridos
ciclistas que aparecían cada poco, la entrada en un bosque de pinos donde la
luz y la sombra jugaban en sus copas haciendo del paseo una verdadera delicia,
allí en medio encontramos una casa blanca con techumbre propia de la zona marismeña a base de ramajes y eneas,
era la choza de “El Bala”, un cazador de la zona de los años 1940 y que en la
actualidad está cedida a una sociedad de cazadores.
Volvimos de nuevo a cielo abierto con espejo de agua en la
lejanía, que al acercarnos nos regaló la visión de miles de aves acuáticas, acogidas
en las eneas, juncos y carrizales de sus orillas, también allí había un mirador
con suelo de madera que algunos aprovecharon para tenderse y hacer
estiramientos, lo que nos hizo descubrir un hermoso vuelo de cigüeñas y otras
aves que nos invitaron a volar con ellas.
Nos acercamos a la laguna de la dehesa llamada con el
musical nombre de Rianzuela y que se alimenta del Mijalberraque un pequeño
riachuelo apenas perceptible que en su humildad alimenta la belleza de ese
paraje singular.
En el entorno de la laguna encontramos caballos pastando en
manadas y vacas dispersas, aunque en un cercado estaban reunidos los
becerrillos, custodiados bravuconas de cuernos alzados y mirada desafiante.
Las familias humanas con sus propias crías también formaban
parte del paisaje y se acercaban como nosotros a la choza de avistamiento de
aves.
Llegó la hora de ocuparse del cuerpo, para ello nos fuimos
al restaurante del complejo donde degustamos un rico arroz con pato y otras
cosillas más, comimos, bebimos, gustamos postres caseros, cafés y chupitos y
volvimos a pasear por la dehesa para seguir desfrutando del sol, del paisaje
sereno de la buena compañía y de ese vínculo de amistad que se fortalece con
cada nuevo encuentro, gracias a todos y esperamos que en la próxima Mari Trini
y Juan Manuel puedan estar entre nosotros.
¡Paz y armonía en nuestro día a día!
Fdo,: Blanca
Andakana Mayor.