El sol ya descendía tiñendo de dorado el horizonte, cuando
diez andakanos volvíamos satisfechos después de haber disfrutado una vez más,
de caminar juntos , compartir charlas y comida, en un día luminoso y templado,
esta vez por la zona de Cala.
Dejamos los coches cerca de la ermita blanca, con su
espadaña y su campana, custodiada por naranjos y limoneros repletos de frutos
maduros, la ermita fue el punto de partida de un sendero circular que nos
llevaría hasta las minas de Teuler, que en el siglo pasado fueron explotadas
por los ingleses y que hoy queda un hueco profundo de paredes rojizas y
erosionadas, con una laguna verde y quieta en el fondo.
Allí llegamos por una pista ancha por la que no dejaban de
pasar coches de cazadores, en los laterales del camino se sucedían las dehesas
de alcornoques y encinas en las que pastaban, cerdos, vacas, corderos y cabras
dispersas por los esos prados verdes donde ya despuntan las margaritas blancas.
Después de descansar y contemplar la quietud silenciosa de
la mina, regresamos por un sendero más agreste que discurre paralelo al arroyo “Charco
de Agua”, entre jaras, cañizos y romero, pasamos junto a un caserón blanco, que
en su día fue la casa del ingeniero y junto a una finca grande de un color
chillón que no sabemos a que se dedica, y así llegamos al punto donde teníamos
los coches, después de un recorrido de unos 12 kms.
Después de comer en casa de Ramona, que nos instaló en una
agradable terraza donde degustamos productos locales, para ayudar la digestión
subimos al castillo desde donde contemplamos el núcleo del pueblo extendido en
dos brazos de casas nuevas.
Al bajar nos despedimos hasta el próximo sábado, que nos
reuniremos en Lebrija para la gran “Puchera”. Gracias de nuevo a la vida por
tan hermoso día.
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor.