Entre la tierra que pisamos y el cielo que nos ampara
discurren nuestros días, y algunos de ellos son especialmente gratos, así ha
sido este doce de marzo de 2016 para los andakanos que nos fuimos una vez más a
recorrer la siempre hermosa sierra de Aracena. Nuestro punto de partida fue el
escalonado pueblo de Higuera de la Sierra, con sus bonitos lavaderos y sus vírgenes
de azulejos esparcidas por sus calles.
En el bar “la Jacarandá”, frente a la iglesia, desayunamos,
y las mujeres dilatamos el momento desayuno en animada “cháchara” mientras los
hombres llevaban los coches al pueblo de Puerto del Moral, último destino del
sendero.
En el lateral de la iglesia, junto al busto de un señor con
un virgencita entre los brazos y gafas de miope hicimos la foto de salida hacia
el “sendero del engaño” ya que apenas salimos al campo Enrique nos hizo girar a
la derecha por un sendero abrupto, pedregoso y muy empinado que dado las circunstancias
actuales del grupo nadie se esperaba, pero dócilmente entramos al trapo y
pronto nos encontramos en la cima de un monte, donde se encuentra la ermita de
Santa Bárbara que desde abajo parece más bien una pequeña fortaleza. Nos
alegramos del pequeño esfuerzo y disfrutamos de unas vistas espectaculares, con
un horizonte sin fin gracias a la luminosidad del día. La segunda sorpresa fue
la bajada, ya que no había un camino más cómodo que el de bajar por donde habíamos
subido, y una vez abajo si emprendimos el camino de la Umbría y Puerto del
Moral. Pronto nos alegramos de la diablura de Enrique, que enriqueció la
experiencia.
La Umbría es uno de tantos pueblecitos escondidos en la
sierra con no más de 200 habitantes, con calles limpias y silenciosas, allí
encontramos un bar sin apariencia de serlo pero donde disfrutamos de una comida
singular hecha de retazos, algo puso el bar, algo puso Justo que encontró
embutidos del lugar, y otros trocearon sus sándwiches y para facilitar la
alquimia de tanta variedad unos chupitos de alta graduación que nos sentaron de
lujo, y nos ayudo a terminar el sendero hasta Puerto del Moral donde teníamos
los coches. A esas alturas nadie se acordaba del engaño de la mañana, pues de
nuevo Enrique nos engatusó ofreciéndonos un café con pasteles en el pueblo y lo
que fue es llevarnos al mirador que estaba en la otra punta desde donde se
contemplaba la cinta azul del pantano de Aracena, extendida en el verde de la serranía,
una vista hermosa de la que emanaba una ráfaga de paz. Desde allí partimos para
Higuera a recoger el tercer coche, y allí si fuimos recompensados con café y
delicias serranas en el mismo bar del desayuno, al salir la ermita de Santa Bárbara
se vestía de luz con el sol de la tarde y nosotros una vez más volvimos felices
de haber compartido “engaños”, senderos, cantos de pajarillos, belleza de árboles,
alfombras de margaritas, cacareos de gallinas y cantos de gallos y por encima
de todo esa magia invisible que nos anima y que creo tiene que ver con el Espíritu
Sagrado que envuelve la tierra que pisamos y el cielo que nos ampara, ¡La vida!
Fdo.: Blanca
Andakana Mayor