sábado, 21 de agosto de 2010

Fin de curso en el Valle del Jerte 20 al 26 de junio de 2010



Valle del Jerte 20 al 26 de junio de 2010.

“El agua siempre nos habla pero nunca se repite”. Con esta frase de Octavio Paz, leída en el centro de interpretación del P.N. de Monfragüe quiero empezar este breve resumen del fin de curso 2010.
Como el agua, los andakanos vamos por los senderos que nos hablan y nunca se repiten. Este año fue elegido el Valle del Jerte para nuestra convivencia anual, ese lugar de Extremadura donde en primavera acuden miles de visitantes para contemplar la blanca belleza del cerezo en flor. Entre las ramas de esos cerezos, ahora cargado de rojos frutos, hemos descubierto rincones escondidos de belleza insospechada, donde el agua en su lenguaje cambiante ha sido la principal protagonista.
El primer día que salimos de sendero, partimos de un lugar cercano al pueblo de Cabezuela del Valle, donde nos habíamos instalados cómodamente en la “Casa Vieja”, que nos acogió con una caja de cerezas “California” que se han quedado para siempre en nuestro recuerdo, como las mejores cerezas del mundo y de ello pueden dar fe “los mejoranos”.
Comenzamos el sendero del que hablaba, visitando el centro de interpretación de la reserva natural “Garganta de los infiernos” por donde discurría nuestra ruta, allí tuvimos una idea sobre flora, fauna y paisajes del valle que discurre entre la sierra de Tormantos y la Trasierra de Gredos, que hace 350 millones de años era un valle glaciar.
El camino nos llevó entre robles melojos, piornales serranos y pastizales alpinos, alternándose con bosques de helechos, espinos y escobas según la altura. A medio camino encontramos una subida que nos llevó hasta el mirador “Chorrera de la Virgen”, decidimos subir y pasamos un buen rato contemplando el paisaje donde en la pared del espeso bosque se divisaba un hilo brillante que en tiempo de lluvias se convierte en cascada dando nombre al lugar, también hicimos fotos comimos frutas y almendras, y Blanca compartió con el grupo los amores con un “Tortugo” que dejó triste y solitario en las islas Galápagos, y que según Maribel le ha cambiado el chip ¿?
Bajando ya del mirador encontramos el bosque de ribera; alisos, fresnos y sauces que nos protegieron con sus sombras de un sol abrazador. Llegamos al plato fuerte de la excursión, “Los Pilones”, unas formaciones de granito donde el cantar del agua y la danza de los cantos rodados han formado con el tiempo. La transparencia del agua y la belleza singular de aquel lugar nos atrajo tanto que la mayoría del grupo decidió quedarse para disfrutarlo, solo los más intrépidos, siguieron camino arriba hacia la “Garganta chica” que según contaron también les valió la pena.
Otro de los días programados para sendero nos dirigimos al monasterio de Yuste, donde acometimos un ascenso entre robles y hermosos castaños vestidos de “estrellas”, luego se nos perdió el sendero y nos abrimos paso entre matorrales, verdes helechos, jaras y unas pequeñas flores de color púrpura y esbeltos tallos, que nuestra experta en plantas clasificó como endémicas. Este sendero perdido nos llevó a una pista alta desde donde la vista se perdía en un paisaje infinito. La vegetación fue cambiando y el calor apretando, encontramos plantas tan sugestivas como la manzanilla de monte, con sus botones aterciopelados de un amarillo intenso, desnudas de pétalos y abiertas al sol, también pasamos un bosquecillo de retama en flor muy hermoso, con estas bellezas mitigamos el calor de la solana hasta encontrar un sendero que atravesaba un bosque de robles y que nos condujo de nuevo al Monasterio donde nos refrescamos, comimos y descansamos.
Ya por la tarde entramos en ese lugar silencioso y austero donde el rey más poderoso de España terminó sus días en recogimiento y sencillez. Aunque casi todos conocíamos el lugar nos agradó mucho visitarlo de nuevo.
El tercero y último sendero nos llevó a las “cascadas de las Nogaledas”, partimos de Navaconcejo por un sendero sombreado y fresco con el canto del agua como fondo, pronto el tono del agua se fue intensificando y pronto nos sorprendió la primera cascada. Nos quedamos boquiabiertos ante tal belleza, cada uno de nosotros al leer esto recordará el lugar y revivirá el momento y los momentos que vendrían después, ya que las cascadas se repetían a lo largo del recorrido cada una distinta pero iguales en belleza.
Pocos seguimos camino arriba hacia la meta que nos habíamos marcado, pues el embrujo de las cascadas y sus pozas nos atrapó hacia otros deleites, los que llegamos arriba nos refrescamos en la umbría de la cascada alta, y en vez de bajar por la pista a pleno sol, regresamos por el mismo camino y nos unimos al baño en la cascada más hermosa. Allí nos refrescamos todos y luego los “niños” se fueron a comprar carne al pueblo dejando a las “niñas” a la custodia de Enrique. Cuando el “guardián” salió del agua se calzó sus botas, dio pie para una simpática foto y… a partir de ahí se produjo el desmadre más inocente que si la foto así… que si asa… vean, vean y comprueben, lástima que las imágenes no están acompañadas de las risas que provocaron. Cuando llegamos a la “Casa Vieja” ya olía a carne, que Joaquín había comprado y preparado ayudado por sus 3 pinches.
Por la tarde bien duchados y dormidos nos fuimos a Tornavacas, el pueblo más alto del valle desde un mirador contemplamos el valle al completo, divisando hasta Plasencia y su embalse, aunque la tarde estaba brumosa y la visión borrosa. En el pueblo encontramos casas típicas, entre ellas aquella en la que pernoctó Carlos V camino de Yuste. En el puente de piedra los lugareños mayores estaban tomando el fresco, mientras los jóvenes regresaban en coche con la cosecha del día. No era un pueblo agradable, ya que estaba poco cuidado y había mucho trasiego de coches por sus calles estrechas. La tormenta llegó por la noche y las cascadas bajaron al pueblo, así que el viernes cambiamos el sendero previsto de otras cascadas por visitas culturales. Primero nos fuimos a Cáparra un enclave romano en las inmediaciones de Plasencia, visita muy interesante que comenzó con un video en el centro de interpretación que nos trasladó a la ciudad tal como era en su tiempo. Cuando la lluvia nos dejó paseamos por las ruinas y excavaciones donde siguen trabajando, lo más singular del lugar es un arco tetrapilo que, aunque desnudo, se conserva bien, y bajo el cual pasaba la auténtica Vía de la Plata.
Posteriormente nos fuimos a Hervás, pueblo famoso por su judería bien conservada, con sus casas de ladrillos y tejas y sus calles estrechas, coronando el conjunto la iglesia de Santa María, desde cuyo mirador se puede contemplar la ciudad y su entorno. Una curiosidad del lugar es la que llaman “casa de las flores”, en realidad más que flores son plantas que un “artista aficionado” ha hecho crecer en recipientes tan pequeños como dedales, conchas y caracoles de mar, y cualquier otro recipiente de lo más insólito, y que luce con orgullo en el patio delantero de su casa.
Como se va haciendo largo este resumen diré solo que las visitas culturales además de las mencionadas fueron Guadalupe y Plasencia, con sus múltiples monumentos por los que Enrique nos condujo con “maestría”. Trujillo que estaba previsto en el día de regreso, quedó felizmente reemplazado por una visita improvisada al P.N. de Monfragüe, que creo, fue muy apreciada por todos. Un año más fue un éxito el cierre del curso, descubrimos o miramos con ojos nuevos esos tres preciosos valles de Extremadura, el de Ambroz con sus castaños centenarios cubiertos de flores, el del Jerte con sus míticas cerezas y el de la Vera con ese pimentón que tan buen sabor da allí donde toca con moderación.
No quiero cerrar este escrito memoria, sin mencionar la noche de S. Juan en la que María, vio por primera vez la luz, y a Juan lo bautizaron con el nombre del bautista, lo celebramos con buen vino, embutidos y quesos del lugar, con sencillez y mucho cariño.
Gracias a cada uno de nosotros por ser únicos y juntos lograr un grupo armonioso, gracias a la vida que nos ha dado tanto y gracias a Dios por la grandeza de su obra en la que nos da cabida a todos.
Junio 2010. Blanca.
Fotos: Justo

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