Nuestra segunda salida del nuevo año nos acompañó con día primaveral partiendo desde Sevilla: Mª Luisa y Enrique C., Tere y Luis, Joaquín, Encarnita y Justo, María y Enrique para dirigirnos a Los Marines donde se nos unieron Juana, Paquita y Juan, haciendo un total de 12 senderistas. Los Marines es el municipio más pequeño de la provincia de Huelva con solo 10 km. cuadrados y poco más de 400 habitantes, se dice que debe su nombre a una visita del rey Felipe II al municipio, en la cual un habitante del pueblo le preguntó que si tan poderoso era porque no llevaba el mar al pueblo; el rey le respondió: «El mar no traeré pero marinos seréis» y los jóvenes del pueblo realizaron la mili en la Marina. También es fácil suponer que su nombre proviene de las gentes venidas de Galicia de la zona del valle del Sil guiados por los hermanos Marín a raíz de las repoblaciones del siglo XIV. La economía se basa en la producción de castaños y la cría de ganado porcino sin faltar numerosas huertas; también hay una industria de cantería de piedra. La anécdota la ponen la exótica pareja inglesa Chersteston que desde la finca Buen Vino, apuesta por el turismo de calidad. El principal valor artístico-arquitectónico es la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Gracia, templo del siglo XVIII, la torre fue restaurada en el siglo XX y se le añadió el cuerpo superior de campanas así como el remate. También es de destacar la fuente de la plaza de Carlos III y los antiguos lavaderos de la calle Fuente. En diferentes calles se mantienen los pavimentos tradicionales: chinos, lajas de piedra y adoquines. El caminar transcurrió por la denominada “Ruta Circular de Los Marines, barrio alto, Arroyo de Buenvino, Arroyo de La Guijarra, Los Marines”. Pudimos observar castaños, encinas, alcornoques, robles y cuidadas huertas; cruzamos los arroyos de la descripción de la ruta que tenían poca agua. El recorrido fue de algo más de 11 kilómetros y el desnivel acumulado no superó los 300 metros. Finalmente llegamos al restaurante D´Capricho, a la hora prevista, donde pudimos reponer fuerzas después de casi cuatro horas de caminar, con sus pequeños descansos. Hicimos una larga sobremesa echando de menos a los que no han podido acompañarnos; sobró el excesivo ruido de los animados parroquianos que lo pasan estupendamente en sus tertulias junto a la barra del bar.
Fdo.: Enrique G. de M.
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